domingo, 30 de octubre de 2011

La vida en 1868 (II)

El relato de Tomás Lletget Caylá acerca de cómo era la vida en Fitero, en 1868, continúa diciendo: La población, higiénicamente hablando, está mal situada: la extensa y ferocísima huerta que la rodea; las acequias y sus hijuelas que la cruzan en todas direcciones, y la vecindad del río, de mezquino caudal durante el verano, son causas más que suficientes para explicar la frecuencia con que reinan allí las fiebres intermitentes de todos tipos, y las dificultades con que tienen que luchar los facultativos para vencerlas. El cambio de clima, además del antitípico, es el mejor medio de combatirlas. Los braceros y los artesanos, a quienes la falta de medios les impide cambiar de clima, pasan con frecuencia meses enteros agobiados por las calenturas, y no es raro ver que algunos consigan librarse de ellas tomando, durante diez o doce días seguidos, unos vasos de agua mineral en el establecimiento antiguo [de Baños de Fitero]. Las enfermedades que, además de las fiebres eruptivas, se observan en Fitero tienen una marcada tendencia a revestir el carácter inflamatorio, y a ir acompañadas de complicaciones gastro-hepáticas.
La proporción de los nacimientos con las defunciones está en razón de 120 de los primeros por 98 de las segundas, repartidas del modo siguiente: Nacidos: Varones - 58. Hembras - 62. Muertos: Varones - 52. Hembras - 46. Las edades en que es mayor la mortalidad son la niñez y las de 40 a 50 años.
A cada matrimonio se le calculan sobre cinco o seis hijos, y la lactancia suele durar unos diez y ocho meses.
Los habitantes de Fitero son robustos, fuertes y, generalmente, bien constituidos. Su talla media es de 1,600 m., siendo la máxima de 1,835 m., y la mínima de 1,390 m.
Existe en la Villa un solo templo, que es la antigua Iglesia del monasterio, bajo cuya tutela y señorío creció la población durante la Edad Media. Demás de sus condiciones de capacidad, a todos notorias, ofrece el referido templo, arqueológicamente considerado, sumo interés artístico, y tiene en la historia de las artes españolas grande importancia. El tiempo, la incuria, la ignorancia y el capricho se han adunado sin embargo para desfigurarlo, haciendo hoy difícil al arqueólogo su quilatación y aprecio.
También añadió que la casa monacal, lo mismo que la capitular, solo ofrecen de notable el estado ruinoso en que se encuentran. En el sitio mejor conservado de la primera tiene establecidas el Ayuntamiento las escuelas públicas y alguna otra dependencia del concejo.