En 1140 cruzó los Pirineos Raymond, al frente de una comunidad de doce monjes. Procedían del monasterio de Cabadur, que después fue conocido como l’Escaladieu, y se trataba de los primeros cistercienses que se instalaron en la península Ibérica. Concretamente, en la falda meridional del monte Yerga, en el valle de la riojana Fuente de los Cantares, esto es, en el lugar de Niencebas (despoblado de Alfaro).
Hacía poco que la villa de Niencebas se había quedado desierta, seguramente, como consecuencia del conflicto bélico resultante de la escisión de los reinos de Pamplona y Aragón. Desafortunadamente, no sobrevivió a las luchas fraticidas entre los que pugnaban por la herencia de Alfonso I el Batallador, rey aragonés que, en 1119, había reconquistado Niencebas, como había hecho con todo el resto del valle del Alhama, repoblándolo en 1126 con mozárabes que trajo consigo de su expedición a Granada. Así acabó la historia de una villa cuyo pasado se pierde en sus raíces romanas y prerromanas, como así lo indican su propio nombre y los importantes restos arqueológicos que en sus alrededores aún se pueden apreciar.
Hacía poco que la villa de Niencebas se había quedado desierta, seguramente, como consecuencia del conflicto bélico resultante de la escisión de los reinos de Pamplona y Aragón. Desafortunadamente, no sobrevivió a las luchas fraticidas entre los que pugnaban por la herencia de Alfonso I el Batallador, rey aragonés que, en 1119, había reconquistado Niencebas, como había hecho con todo el resto del valle del Alhama, repoblándolo en 1126 con mozárabes que trajo consigo de su expedición a Granada. Así acabó la historia de una villa cuyo pasado se pierde en sus raíces romanas y prerromanas, como así lo indican su propio nombre y los importantes restos arqueológicos que en sus alrededores aún se pueden apreciar.
Tampoco duró mucho la estancia provisional de los monjes cistercienses instalados en Niencebas, pues en 1152 ya habían acabado de edificar el monasterio de Castellón-Fitero, en el límite de la vecina villa castellana de Tudején (predecesora de la actual villa navarra de Fitero). A partir de entonces, la explotación del priorato o granja cisterciense de Niencebas fue puesta en alquiler por el monasterio de Fitero y su abad Raymond (San Raimundo de Fitero). Su riqueza motivó la codicia de los vecinos castellanos de Alfaro, quienes a finales del siglo XV y al ver cómo se acababa de formar la villa de Fitero, en torno al monasterio que le dio su actual nombre, la asaltaron y reivindicaron para sí. Dando lugar a actos de violencia y a largos pleitos en cuya documentación se aprecia cómo, en un par de siglos, fue degenerando el nombre de Niencebas hasta convertirse en el definitivo de Bienzobas.
El monasterio de Fitero siguió manteniendo la granja de Bienzobas hasta que los monjes fueron exclaustrados como consecuencia de la desamortización de 1835. Por lo que es más que probable que los vecinos de la cercana ciudad de Corella que aún llevan este apellido toponímico sean descendientes de quienes allí habían vivido y trabajado como colonos de esta granja cisterciense.
Los términos que pertenecieron a la antigua villa de Niencebas están repartidos entre los que ahora pertenecen a las vecinas localidades de Alfaro, Corella, Cintruénigo y Fitero. Lamentablemente, en el fértil valle de la Fuente de los Cantares no se aprecian los restos del provisional asentamiento del monasterio de Fitero, ni de las dependencias correspondientes a la granja en que acabó transformándose Bienzobas. Tan sólo se ven los restos de la Venta del Pillo, en cuyos sus muros presenta grandes sillares que quizá sean de origen cisterciense o, con mayor probabilidad, de época romana. Pero estas dudas no serán despejadas hasta que los arqueólogos rescaten del olvido la Historia de los pueblos que pasaron por este estratégico y fronterizo lugar, situado en el camino natural entre la meseta del Duero y el valle del Ebro.