El pasado domingo nos hizo un día precioso, muy soleado y con un cielo azul intenso. La organización de la excursión por parte del Ayuntamiento de Corella, con el apoyo del Grupo de Montaña Seioa, no pudo ser mejor ni estar más atenta con los participantes. Fuimos algo más de 330 personas, de todas las edades, las que nos reunimos en el polideportivo a eso de las 8 de la mañana para recoger nuestro dorsal e, inmediatamente después, comenzar la marcha. No todos éramos de Corella o de los pueblos vecinos como Cintruénigo o Fitero, sino que hubo mucha gente que había venido de diversas partes de toda Navarra, La Rioja, Aragón y también del País Vasco.
El primer avituallamiento tuvo lugar ya en La Rioja y poco después de pasar junto a la balsa de Portillo de Lobos. Después continuamos por el camino de Valdearañón hasta subir a la mitad de la falda de Yerga y aquí tuvo lugar la segunda parada y la división en dos grupos: los que siguieron por el camino que bordea el monte en dirección a Grávalos (esto es, los que desde el Portillo de Lobos siguieron parte de la muga del coto redondo del monasterio de Fitero, que hasta esta región llegaba por el noreste) y los que seguimos subiendo por el camino hasta llegar a la cima de Yerga para disfrutar de una preciosa vista, con el Moncayo nevado al fondo.
Tras dejar atrás el punto geodésico más alto de los alrededores del curso medio-bajo del Alhama, antes de su desembocadura en el Ebro, en Alfaro, empezamos a bajar por la cara norte de Yerga hasta llegar al merendero que hay junto a la fuente de Santa María y las ruinas de la ermita que los cistercienses de Fitero tuvieron allí. Por cierto que, aunque los vecinos de Autol representen con mucha ilusión y buen hacer la leyenda que Gustavo Adolfo Bécquer escribió durante su estancia en el balneario de Fitero, que hoy lleva su nombre, y en la que el poeta sevillano inmortalizó el mito de que el primer monasterio cisterciense de la península Ibérica tuvo su primera sede en dicha ermita (El Miserere, 1862); no nos queda más remedio que recordar que eso es una leyenda cuya base mítica también embaucó a Bécquer. Pues, en 1200, cuando los monjes de Fitero fundaron en Yerga la pequeña granja cisterciense, que les perteneció hasta la desamortización de Mendizábal, ya llevaban instalados en el valle del Alhama más de medio siglo, primero en el territorio alfareño donde estuvo la villa de Niencebas o Bienzobas (1140-1152) y después en Fitero, que entonces pertenecía a la también desaparecida villa de Tudején.
Este tercer y último avituallamiento nos dio fuerzas para continuar bajando por el camino que conduce hasta Grávalos, donde estaba previsto el final de la excursión (25,9 Kms). En el parking que hay junto a su recién reconstruido balneario –magnífica obra e instalaciones, que recomiendo visitar, por cierto- nos esperaba el autobús que nos llevó de regreso a Corella y así, a eso de las 2 de la tarde, concluyó una magnífica jornada en la que disfrutamos de las maravillas que la Naturaleza nos ofrece tan cerca de casa, aunque a veces nos parezca que están tan lejos y por eso, quizá, no las apreciemos como merecen.