Manuel García Sesma, aunque como siguió el relato de Florencio Idoate Iragui confundió el nombre del primer médico del Cuerpo de Médicos de Baños que hubo en Baños de Fitero, que fue: Ángel Sanz Muñoz, publicó que en 1817, el Médico-Director del establecimiento, se dirigió al Virrey [José Ezpeleta Galdeano], solicitando remedio para cierta dificultad que se le había presentado; a saber, la llegada inesperada a los Baños de 22 soldados del Primer Batallón de Barcelona [de infantería ligera]. El Director se había dirigido al Alcalde, para que le facilitase camas y colchones, y éste se había excusado, alegando las continuas exacciones que venían sufriendo los vecinos. Era el mes de Septiembre. Entonces el Médico-Director se dirigió al Virrey y éste pasó el papel a las Cortes, las cuales, a su vez, pidieron antecedentes a otros organismos administrativos, y mientras pasaban los días en estos inútiles papeleos, los soldados tuvieron que arreglárselas como pudieron, logrando por su cuenta alguna manta, pero ninguna cama, con lo que pasaron la novena de la manera más inadecuada, para aliviar sus males.
El mismo año de 1817, se arrendaron los Baños a Doña Manuela Irisarri por tres años y 1.000 pesos fuertes anuales, en las condiciones acostumbradas y que el bañero pusiese un capellán por su cuenta, más una caballería para acudir desde el Monasterio.
En 1819, se hizo el arriendo a Benito Ixea por cinco años y 1.640 pesos anuales; o sea un 64% más. La cantidad era exorbitante y el bañero se resarció, cobrando a los clientes 16 reales más de lo fijado en el contrato. Resulta que entretanto había triunfado la Revolución Constitucionalista, y las Órdenes Religiosas habían sido suprimidas por Decreto de las Cortes, del 1 de Octubre de 1820, abandonando los frailes el convento el 22 de febrero de 1821. Entonces se hizo cargo de la administración de los Baños Viejos el Ayuntamiento de la Villa, volviendo a ocuparse de la atención a los enfermos que acudían al balneario el médico titular de Fitero.
El mismo año de 1817, se arrendaron los Baños a Doña Manuela Irisarri por tres años y 1.000 pesos fuertes anuales, en las condiciones acostumbradas y que el bañero pusiese un capellán por su cuenta, más una caballería para acudir desde el Monasterio.
En 1819, se hizo el arriendo a Benito Ixea por cinco años y 1.640 pesos anuales; o sea un 64% más. La cantidad era exorbitante y el bañero se resarció, cobrando a los clientes 16 reales más de lo fijado en el contrato. Resulta que entretanto había triunfado la Revolución Constitucionalista, y las Órdenes Religiosas habían sido suprimidas por Decreto de las Cortes, del 1 de Octubre de 1820, abandonando los frailes el convento el 22 de febrero de 1821. Entonces se hizo cargo de la administración de los Baños Viejos el Ayuntamiento de la Villa, volviendo a ocuparse de la atención a los enfermos que acudían al balneario el médico titular de Fitero.