Para enero de 1158, Sancho III el Deseado completó las negociaciones que le permitieron resolver los asuntos pendientes con su vasallo pamplonés. Por eso, no es de extrañar que Sancho VI el Sabio estuviese presente en Almazán y que figure confirmando la donación de la villa de Calatrava que hizo aquel rey de Castilla a Dios, la virgen María y la orden de Císter, y a San Raimundo de Fitero y a todos los monjes cistercienses, presentes y futuros, del Monasterio de Fitero, para que, con la ayuda de Sancho III la defendiesen de los enemigos de Cristo. Esta donación significó un gran avance en la evolución de las tareas políticas y militares asumidas por San Raimundo y su Monasterio cisterciense en la frontera castellana, hasta entonces con los reinos de Pamplona y Aragón y, a partir de este momento, con los almohades de al-Andalus que amenazaban el antiguo reino de Toledo.
A Sancho III ya sólo le quedaba resolver los asuntos pendientes con Aragón, por lo que pocas semanas después se reunió con su tío Raymond Berenguer IV el Santo, para poder dedicarse con total libertad a fortalecer la frontera de Toledo e intentar recuperar el terreno perdido en al-Andalus desde poco antes de la reciente muerte de su padre, Alfonso VII el Emperador. Por eso, una vez que Sancho III hubo resuelto los asuntos pendientes con ambos vasallos, es posible que se uniese temporalmente a las huestes que procedentes del Monasterio de Fitero iban camino de la estratégica villa de Calatrava, atravesando la antigua Extremadura Soriana. En cualquier caso, hay constancia de que en febrero llegó a Segovia y allí el rey de Castilla se interesó por afianzar el futuro de los defensores de Calatrava, ya que a éstos les donó la aldea toledana de Ciruelos, situada al sur del Tajo, en la retaguardia de Calatrava y en el camino entre ésta y el onasterio de Fitero. Esta donación se hizo únicamente a los monjes y a los cofrades de Calatrava, lo que muestra la rápida consolidación de las dos instituciones dispuestas para la defensa de Calatrava bajo el único mando de San Raimundo, esto es, los monjes cistercienses que desde su Monasterio de Fitero se desplazaron con él a Calatrava y la cofradía militar creada con el propósito de la defensa de esta estratégica villa. Es notable que en este documento no se cite para nada al Monasterio de Fitero ni a la orden de Císter, y que los monjes y los cofrades de Calatrava ya fuesen reconocidos por la cancillería del rey de Castilla como las entidades receptoras de esta donación. Por otra parte, como esta donación influía en las responsabilidades de quienes estaban a cargo de la Extremadura Castellana, no es de extrañar que Sancho III se desplazase hasta Ávila, donde estuvo a primeros de marzo y donde compensó al almojarife Bon Juda –que podría tratarse de Jehudá ha-Narí–, por la pérdida de la mitad de la aldea de Ciruelos, y es muy probable que fuese entonces cuando se completara la estrategia defensiva de Calatrava a cargo de San Raimundo, que habría comenzado a fraguarse poco antes de enero de 1158.
A Sancho III ya sólo le quedaba resolver los asuntos pendientes con Aragón, por lo que pocas semanas después se reunió con su tío Raymond Berenguer IV el Santo, para poder dedicarse con total libertad a fortalecer la frontera de Toledo e intentar recuperar el terreno perdido en al-Andalus desde poco antes de la reciente muerte de su padre, Alfonso VII el Emperador. Por eso, una vez que Sancho III hubo resuelto los asuntos pendientes con ambos vasallos, es posible que se uniese temporalmente a las huestes que procedentes del Monasterio de Fitero iban camino de la estratégica villa de Calatrava, atravesando la antigua Extremadura Soriana. En cualquier caso, hay constancia de que en febrero llegó a Segovia y allí el rey de Castilla se interesó por afianzar el futuro de los defensores de Calatrava, ya que a éstos les donó la aldea toledana de Ciruelos, situada al sur del Tajo, en la retaguardia de Calatrava y en el camino entre ésta y el onasterio de Fitero. Esta donación se hizo únicamente a los monjes y a los cofrades de Calatrava, lo que muestra la rápida consolidación de las dos instituciones dispuestas para la defensa de Calatrava bajo el único mando de San Raimundo, esto es, los monjes cistercienses que desde su Monasterio de Fitero se desplazaron con él a Calatrava y la cofradía militar creada con el propósito de la defensa de esta estratégica villa. Es notable que en este documento no se cite para nada al Monasterio de Fitero ni a la orden de Císter, y que los monjes y los cofrades de Calatrava ya fuesen reconocidos por la cancillería del rey de Castilla como las entidades receptoras de esta donación. Por otra parte, como esta donación influía en las responsabilidades de quienes estaban a cargo de la Extremadura Castellana, no es de extrañar que Sancho III se desplazase hasta Ávila, donde estuvo a primeros de marzo y donde compensó al almojarife Bon Juda –que podría tratarse de Jehudá ha-Narí–, por la pérdida de la mitad de la aldea de Ciruelos, y es muy probable que fuese entonces cuando se completara la estrategia defensiva de Calatrava a cargo de San Raimundo, que habría comenzado a fraguarse poco antes de enero de 1158.
Jehudá ha-Narí era hijo del magnate granadino Josef ha-Narí Ibn Ezra y perteneciente a una poderosa familia judía asentada en Castilla. Jehudá ha-Narí, desde su posición en el importante enclave económico de Calatrava, como Gobernador de Calatrava, de todos los ejércitos del rey, según se recoge en el epílogo de la crónica del filósofo e historiador toledano Abraham ha-Levi Ibn Daud, ofreció asilo y ayudó a que los judíos expulsados de Granada, tras haber pasado ésta a manos de los almohades, en 1154, pudiesen buscar refugio en los dominios de Alfonso VII el Emperador. Acabada esta misión, éste lo mandó llamar a su presencia y le nombró su Mayordomo, prosperando en su curia y llegando a ser uno de sus consejeros e importante miembro de su gobierno. No hay documentos que aporten más información y que clarifiquen lo ocurrido en Calatrava entre los meses de enero de 1147, tras su reconquista, y de 1158, cuando fue donada a San Raimundo. Excepto que, antes de finalizar el año 1147, el emperador Alfonso VII le otorgó fuero propio a Calatrava y que, en 1148, su tenencia ya estaba en manos del conde de Urgell, Armengol o Ermengaud VI el Castellano. Aunque es probable que en algún momento de este período, seguramente después de 1154, su gobierno y la responsabilidad de su repoblación y defensa pasase a los Templarios, con la aquiescencia del arzobispo de Toledo y la supuesta compensación que debió recibir el rabí Jehudá, pero no se conocen documentos coetáneos que así lo acrediten. Como tampoco los hay de su abandono por parte de los Templarios, exceptuando la obra literaria de Rodrigo Ximénez de Rada, que podría no ser un fiel reflejo de la realidad histórica.