Manuel García Sesma también publicó, cuestionando la falta de rigor histórico de su autor, el presbítero Bonifacio García Morales, la leyenda acerca de que el título de Virgen de la Barda proviene de que, habiendo sido puesta la imagen en un lugar secreto, con motivo de las guerras que se hicieron mutuamente, en el segundo tercio del siglo XIV, los Reyes de Castilla, Navarra y Aragón, andando los años, una barda, de la que empezó a salir una luz fosfórica, vino a señalar milagrosamente el sitio en donde estaba oculta. Yo no conocí esta versión sino una variante que cambiaba el motivo de las guerras fronterizas que asolaron el monasterio cisterciense de Fitero, desde mediados del siglo XII hasta 1512, incluyendo su incorporación y la de su castillo de Tudején al reino de Navarra, en 1374, por la de que, en un momento indeterminado pero no mucho después de que San Raimundo hubiera traído de Toledo la supuesta imagen de la Virgen de los Remedios, corrió el rumor de que los moros iban a regresar por aquí y que la iban a destruir. Así se unía ésta con la otra leyenda acerca de cómo llegó la imagen a Fitero, añadiendo que para evitar este desastre los monjes decidieron esconderla en el campo. Pasó el tiempo y como aquellos sarracenos no habían venido y los que ayudaron a esconder la imagen ya no se acordaban de dónde la habían enterrado, no hubo manera de encontrarla. Hasta que, por fin, alguien se percató de que había un bardal que daba moras y que no tenía espinas, de modo que cavando allí la encontraron y después repusieron a la Virgen de la Barda, ya así renombrada, en su altar así como conservaron el bardal en el Huerto de los Curas, actual Plaza de los Ábsides, para memoria de tan milagroso hallazgo y regocijo de los fiteranos.
Ya a finales del siglo XIX, el fiterano Saturnino Sagasti Urriza, que había sido Secretario del Ayuntamiento de Fitero durante poco más de medio siglo, recogió estas leyendas y acerca de la del nombre de la Virgen de la Barda escribió que en el 1416 perdió Nuestra Señora el primitivo nombre a causa de que el pueblo principió a llamarla Nuestra Señora de la Barda, de resultas de haberse introducido una zarza del Olivar por una de las vidrieras de su altar, y como vulgarmente a la zarza se le llama barda, se ha quedado esta Divina Señora con el nombre de la Virgen de la Barda y se ha olvidado el de Nuestra Señora de los Remedios que era como los señores Reyes de Castilla, Navarra y demás personas la llamaban. Supongo que lo hizo con la intención de arrojar algo de luz para aquellos fiteranos con algo de criterio e interesados por conocer su Historia pero basándose en hechos y sin necesidad de que los aderezaran con este tipo de contribuciones legendarias, como se había hecho hacía poco años, en el fantástico y conmovedor sermón que, el 10 de septiembre de 1882 y de buena fe, dictó el presbítero Bonifacio García, que según Ricardo Fernández Gracia, podría tratarse del que entonces era capellán del Hospital Militar de Pamplona, y que fue el que consolidó en la tradición popular estas míticas leyendas fiteranas.
Aunque la explicación de Saturnino Sagasti parece más razonable y menos fantasiosa que la de la citada leyenda, tampoco parece tener base alguna pues en 1416 no existía pueblo alguno en Fitero, donde sólo vivían los monjes cistercienses, y aunque éstos albergaban en su Cortijo algunos seglares, cuesta creer que éstos tuvieran acceso al interior del templo y mucho menos a la capilla central de la girola, donde se supone que entonces estaba expuesta la imagen de la Virgen. Quizá, si la propuesta de Saturnino Sagasti fue el origen del nombre de la actual Patrona de la Villa, cabría pensar que el bardal entró por la vidriera de la que fue la primera iglesia parroquial de Fitero, la actual capilla del Cristo de la Columna, donde antes que éste estuvo ubicada la imagen de la Virgen, desde principios del siglo XVII, y siendo esta capilla a la única que hasta la desamortización de 1835 tuvo acceso el pueblo de Fitero. Tal como recordaba Manuel García, citando los versos del cantar popular que databa de finales del siglo XIX y que dijo que le enseñó Juana Jiménez de Alfaro: En la iglesia de Fitero, / entrando, a mano derecha, / hay un altar muy bonito, / con una hermosa Princesa.
De hecho, por la ventana de esa capilla, que da al barrio del Cortijo, todavía puede colarse con facilidad en el interior del templo no sólo un bardal con espinas o sin ellas, con lo que esto último pudo impresionar entonces a los vecinos de Fitero, sino una persona y cuesta creer que ni la Parroquia, ni el Ayuntamiento de Fitero o la institución Príncipe de Viana se hayan decidido aún a tapar el tremendo hueco causado por la falta de varios sillares de su base. Ojalá pronto reparen este desperfecto que, además, afecta a la seguridad de una de los templos clasificados como una de las 10 Maravillas de Navarra. Por cierto, tampoco estaría mal que si se explican estas leyendas a los turistas que la visitan, se haga correctamente, esto es, poniéndolas en su contexto histórico y, sobre todo, de una en una y no mezclándolas todas en un batiburrillo como ahora parece estar de moda entre los funcionarios municipales que a ello le dedican parte de su tiempo.