En 1979 y poco antes de las primeras elecciones municipales de la Democracia, fue cuando Miguel Mesa González, que todavía era alcalde de la Villa, tras un acuerdo con el alcalde de Fontellas, le pidió a Carmelo Fernández Vergara que trajera a Fitero las piedras del trujal que había sido reducido a escombros en aquella localidad navarra. Eran otros tiempos, ni siquiera se había promulgado la primera Ley de Patrimonio que hubo en España y que data de 1985, justo un año después de que se fundara en Navarra el órgano consultivo y asesor de la Administración de la Comunidad Foral de Navarra en materia de cultura: el Consejo Navarro de Cultura. De ahí que entonces si algo era bonito y sus propietarios lo permitían no había nada más que decir, hoy en día, los restos de aquél trujal de Fontellas se considerarían parte del Patrimonio Arqueológico Industrial y, quizá, se le habría dado otro tratamiento en la propia villa de Fontellas.
Con las dos piedras que componían la Solera circular de aquel trujal de Fontellas, Carmelo Fernández hizo una mesa redonda que, desde entonces, ofrece esta función en el fiterano Paseo del Barranco de los Palomares. Sobre aquella solera rodaba la piedra Volandera, que trituraba las olivas antes de llevarlas a la prensa para obtener el aceite. Alguna de las cuales adorna desde entonces el jardín del chalet de unos vecinos de Fitero. También había otras piedras que formaban parte de la maquinaria de aquel trujal y que se encuentran o encontraban en el interior de la coqueta casa de campo que Nicolás Tena Tejero mandó construir tras las instalaciones de la fábrica textil de INITESA en 1965, también como parte de su decoración. Lástima que desde hace años este curiosa y pequeña casa de campo esté abandonada y que incluso se le haya hundido parte del techo. En su asador debieron cocinarse buenas comidas y cenas, y los comensales que se sentaron a su mesa también debieron hacer buenos negocios.