Tomás Lletget Caylá, siendo Médico-Director del actual balneario Virrey Palafox, de Baños de Fitero, publicó en 1870 una monografía sobre éstos, en la que incluyó esta descripción de cómo era la vida en la Villa en 1868: Sus habitantes, en número de 2752, según el último censo, viven en casas de uno a tres pisos, reducidas y poco cómodas por lo general, por hallarse la población muy apiñada, mayormente la parte más antigua, que es la del mediodía.
Consisten sus alimentos en pan de trigo, comunmente de buena calidad, pues en Navarra, desde el más rico hasta el más pobre, procuran comer pan blanco, aunque no siempre está amasado con arte. Buenas carnes, legumbres y verduras completan la alimentación de una gran parte de los habitantes. Los artesanos y los braceros hacen uso de la carne de cerdo durante una parte del año, y el resto de él las legumbres y las patatas forman su principal alimento. La pesca no la conocen sino las clases acomodadas.
El traje habitual de los fiterienses es igual o parecido al de los demás habitantes de la provincia: los hombres visten la pana y el paño, y el percal las mujeres. De algunos años a esta parte se observa sin embargo que las telas de lana, y aún las de seda, van reemplazando a la pana y al percal entre la clase labradora, que es la más numerosa, lo cual prueba que el lujo y la moda, al recorrer el mundo, no se ha olvidado de visitar este tranquilo rincón de Navarra.
Si se juzgara del carácter de los fiterienses a la ligera y bajo la primera impresión, se les calificaría fácilmente de un tanto bruscos, de secos y hasta, si se quiere, de desconfiados; más a medida que se les trata se va borrando aquella desagradable impresión primera, y se les encuentra amables, dóciles y sumamente obsequiosos con los forasteros; como lo prueba la gran afluencia que de ellos acude a cuantas fiestas se celebran en la Villa. Fitero es, en fin, un pueblo hospitalario, religioso sin fanatismo y morigerado en sus costumbres.
Los labradores trabajan, por término medio, ocho horas al día, cuatro por la mañana y otras tantas por la tarde. Los industriales se ocupan más tiempo en sus labores, pudiendo señalarse como tipo doce horas para los que se dedican a la alpargatería, que es la industria principal, la única se puede decir que ha arraigado allí.
No hay en Fitero diversión alguna pública ni privada, si se exceptúan los juegos de pelota y bolos a que la gente es bastante aficionada. Un modesto Casino sirve de punto de reunión a las clases acomodadas. Los jornaleros se reúnen en la Calle Mayor, que es ancha, tiene buenas aceras y agradable aspecto. Las mujeres, los domingos, forman corro alrededor de una baraja, sentadas en la acera, y pasan horas enteras jugando al mus o a la brisca, mientras que algún rucio, asomando la cabeza fuera del portal, parece contemplar, serio y tranquilo, la marcha del juego.