El nombre de elera es un navarrismo con el que se designa al castellano nevera, el cual significa: "sitio en que se guarda y conserva la nieve", formando capas de hielo que se separaban entre sí por medio de finas capas de paja. De la existencia de eleras en Fitero quedan el edificio de la elera de San Valentín o de los frailes, escondida entre los olivos, el camino de Fitero a Valverde (Cervera del Río Alhama) o camino de Las Eleras y el término de la Vega llamado Las Eleras, que está situado en la vega del arroyo Añamaza, justo en el límite con el de San Valentín o Tudején, pues ésta era la advocación de la iglesia de esta desaparecida villa cuyas ruinas, las de la iglesia y las de las casas de la villa, aún son visibles.
Las eleras se construían para recoger la nieve abundante en invierno y guardarla en ellas, en forma de hielo, para venderla en el verano. El hielo se empleaba con propiedades curativas además de usarlo para hacer helados y tomar bebidas frías, teniendo su uso como crioterapia en el Renacimiento. En la base de todas las teorías sobre el uso de la crioterapia está la concepción filosófico-médica procedente de la antigüedad, según la cual el hombre compuesto de los cuatro elementos (tierra, aire, agua y fuego = atrabilis, sangre, flema, bilis), está regulado en su equilibrio por las cuatro cualidades fundamentales, húmedo, seco, cálido y frío. Las enfermedades, según esta teoría, consisten en un desequilibrio entre los humores y toda la terapéutica de la medicina humoral consiste en volver a conseguir el equilibrio.
La primera noticia sobre la existencia de eleras en Fitero data de 1614, año en que se construyó la elera del Soto, de la que sólo queda noticia documental de las condiciones en las que el Monasterio de Fitero realizó s arriendo a un vecino de Alfaro, el arquitecto alfareño Juan de Irigoyen y Macaya. Pues su cúpula desapareció y su pozo rellenado y cubierto por el camino, poco antes de llegar a la famosa Cueva de la Mora, y cada vez resulta más difícil ver sus restos. Aunque también se suelen ver los trazados circulares de las cercanas pozas con las que se recogía el hielo para esta nevera, que estaban situados entre ella y la Casa del Soto, especialmente en verano y desde lo alto de Sancho Abarca.
En 1619 algunos vecinos de Fitero con licencia del monasterio abrieron cerca del Castillo de Tudején, en San Valentín; hasta once pozos para remojar el cáñamo, pero la villa intentó aprovecharse de la nueva industria y el comercio del hielo, convertirlos en eleras, de ahí el citado término de Las Eleras que aún recuerda este episodio. El monasterio se enteró y acudió a la Real Corte del Reino de Navarra y consiguió que los pozos se volviesen a usar para el cáñamo. Poco después, en 1621 los vecinos de Fitero hicieron unas eleras y pozas en Tudején, pero el monasterio acudió de nuevo a la Corte y, en 1624, consiguió que los vecinos que abrieron las eleras, volviesen a cerrarlas. En 1658, Juan Berrozpe, Diego Gómez Coronel, Sebastián de Vergara y Lucas Lafuente abrieron cuatro eleras, pero el monasterio consiguió que se cerrasen en 1660. Otro caso parecido sucedió también en 1667.
La elera de San Valentín es la única cuyo edificio se conserva en buena medida pues, aunque ha perdido la caseta anexa que existía en su vertiente meridional, se mantiene casi en perfecto estado su pozo cilíndrico de mampostería cubierto de una cúpula compuesta por una bóveda semiesférica de ladrillo superpuesta a un cimborrio de planta hexadecagonal en el que hay cuatro ventanas abiertas a ras de tierra y alineadas con sus dos ejes principales, manteniendo la ventana meridional la polea con la que se subía el hielo para su comercio. Aunque cada vez tiene menor profundidad ya que en su interior se han venido echando los sillares del poblado romano-medieval de Tudején, cuyos restos aún son visibles a su alrededor. La fecha de su construcción no se conoce con certeza, aunque es posterior a la elera del Soto, pero no mucho más ya que en 1655 se había cerrado. Al menos temporalmente ya que consta que fue vendida como consecuencia de la desamortización de 1820 y que, al producirse la desamortización definitiva de 1835, también figura entre los bienes inventariados al Monasterio de Fitero, deduciéndose que estaba en uso ya que de ella se dice que se conservaba con su caseta, puerta y llave.
Sería bueno que las autoridades se preocuparan por la conservación de este extraordinario edificio, de los pocos que aún se conservan en este estado en Navarra, para que no acabe hundiéndose y desapareciendo para siempre un elemento que merecería ser declarado Bien de Interés Cultural, al menos de carácter local. También sería de agradecer su correcta señalización, así como la adecuación de un paso que facilite su acceso desde el camino para que los visitantes puedan disfrutar de este magnífico rincón de Fitero.