A mediados del mes de Agosto de 1979, concretamente en la mañana del miércoles día 15, cuando andaba con los amigos, pasando el rato que queda entre las Misas de la mañana, por el Claustro del antiguo monasterio cisterciense de Fitero, y me llamaron la atención unas pequeñas andas que había apoyadas contra la pared del sobreclaustro, cerca de la entrada al balcón del órgano. Eran unas andas muy sencillas que, por lo visto, habían sido utilizadas por los niños para sacar en procesión a San Juanico y, en su cara inferior, alguien había pegado unas hojas arrancadas de unos libros impresos en castellano antiguo, que debían estar entre los que entonces aún se guardaban en el Coro, con objeto de que cubrir los huecos que dejaban entre sí las simples tablas con las que habían sido construidas estas sencillas andas.
En las andas se habían pegado varias páginas correspondientes a un pleito mantenido por el monasterio con los vecinos de la Villa, cuando éstos se querían independizar de aquél, formando una nueva población en el término fiterano del Olivarete, lugar que estaba enfrente del actual pantano del Olmillo. Entre estas páginas se encontraban las de la parte que recogía el informe hecho en 1655 por el pamplonés Jerónimo de Feloaga y Ozcoide, oidor del Consejo de Navarra, en la que se describía el estado en el que había encontrado la ermita que había construido el vecino de Fitero, Pedro Navarro, en las Peñas del Baño, cerca del actual balneario Virrey Palafox, de la empresa Baños de Fitero. Concretamente, enlazando los textos de varias de esas hojas, que por cierto estaban repetidas y con ello se complicaba más su lectura y transcripción, observé que se decía que hallé que el dicho sitio supuesto está en una peña sobre las Casas del Baño de dicho Monasterio, y el dicho sitio es una cueva o nicho que sale de la misma peña, y está debajo de ella, y tiene tres gradas cortadas de la misma peña, a modo de escalera estrecha, y habiendo medido lo ancho y concavidad que tiene el dicho puesto por estar las tres gradas, por ser todas iguales, hallé que tiene cuatro pies de ancho; y medí también lo ancho que hay de una a otra, está hecha de mampostería, a modo de pilares, y tiene seis pies y medio de ancho; y también medí lo largo, desde la primera grada, y escalera, hasta dos pilaritos que están hechos de mampostería, que es por donde se entra al dicho nicho, y tiene de largo nueve pies, y el dicho nicho está descubierto, y por la parte de arriba, le viene a cerrar, en parte, la misma peña; y en dicho sitio y puesto, según se denota al presente que ha habido altar, ni al presente hay cubierto, como se ha dicho, madera, teja, ni otra cosa más de lo referido. Lo que me movió a convencer a los amigos para hacer una excursión en busca de una cueva que, por fuerza, debía conservar las tres gradas que se habían excavado en su suelo de roca pero ese mismo día no la encontramos. Tuve que regresar el domingo 22, tras la Misa de doce, y entonces sí que tuve la fortuna de dar con los restos arqueológicos de esta ermita del siglo XVII. En ella se conservaban los tres escalones que aún pueden verse, la pared norte así como el hueco en el que debió haber un cuadro, en su pared este, siendo la propia cueva la que, en parte, hacía de pared meridional y quedando al poniente la entrada a la ermita, en la que un poco más afuera aún se conservaban los arranques de los citados pilares, ante una impresionante vista de la vega del río Alhama, tras recibir allí mismo el caudal del río Linares.
El verano siguiente también fue muy ajetreado, pues acompañé y ayudé a Manuel García Sesma, Ricardo Fernández Gracia y Jesús Bozal Alfaro a preparar la edición de la revista Fitero 80, en el que publiqué la noticia del hallazgo de esta ermita durante el año anterior. Hallazgo que interesó a Manuel García, a quien acompañé hasta los restos de la ermita para que pudiera conocerlos, siendo la única persona a la que entonces le pareció interesante este descubrimiento. Ya que aunque también le interesó a Ricardo Fernández, me dijo entonces, con cierta sorna supongo, que él no estaba para trotar por los montes como las cabras. Aunque tuvo la deferencia y la amabilidad, como recogí en aquél artículo de 1980, titulado Ermita de Pedro Navarro que, por cierto, fue el primero que escribí sobre asuntos relacionados con la Historia de Fitero, de facilitarme una copia de un legajo que él había fotocopiado recientemente en el Archivo General de Navarra, en el que se decía: Año de 1630, sacó el Monasterio inhibición de la sentencia de Urbano 8 en citación y compulsoria contra Pedro Navarro, que quería fabricar una ermita en las Peñas del Baño, y está suplicada en el fajo 4, número 41 del epítome que comenzó a trabajar nuestro padre [Ignacio de] Ostabat. Este Pedro Navarro fue el que crió a [Juan de] Palafox, quien escribía al Monasterio pidiendo que dejasen proseguir a dicho Pedro Navarro la fábrica de la ermita, otorgándole licencia para edificarla, y que, con esta licencia, no se perjudicaba al derecho del Monasterio, y esta carta está en el archivo eclesiástico pero el Monasterio no condescendió con esta súplica, no obstante, que se allanaba a pedir licencias, porque no sirviese de ejemplar para otras fábricas, y con ser que no se perfeccionó dicha ermita, no obstante, cuando el pleito de la nueva población, la Villa, para justificar que podía hacer edificios fuera del regadío, alegó por ejemplar la ermita de Pedro Navarro, y fue preciso al Monasterio presentar la inhibición de dicha ermita, presentando también un testimonio del estado en que entonces se hallaba dicha ermita, el que se dio en presencia del señor [Jerónimo de] Feloaga, cuando vino a la vista ocular, y por consta lo ancho, y lo largo que tenía, que estaba sin techo, ni imagen, y que parte estaba edificada debajo de una peña, y en el mismo ser parece que se halla hoy, y este testimonio se dio el año 1655 y se hallará al folio 105 al dorso de la ejecutoria de la propiedad del Olivarete. Información a la que añadí en aquél artículo que La ermita de Pedro Navarro es una ermita que quedó sin acabar de construir, por prohibición de Santa María la Real de Fitero. Este Pedro Navarro era un vecino de la villa de Fitero, y fue quien crió a D. Juan de Palafox y Mendoza; durante su estancia en la Villa ocupó el cargo de pocero de los balnearios.
La construcción de la ermita comenzó en el año 1628; pero, al enterarse el Monasterio de dicha construcción, entabló pleito y lo ganó en 1630. En 1638, Pedro Navarro se marchó al castillo de Ariza, que pertenecía a la familia de Palafox, donde fue muy bien acogido por el hermano de D. Juan, a instancias suyas. Aunque parece que en 1628 debió realizarse una reconstrucción o reforma de esta ermita ya que, entre las publicaciones del 4º centenario del nacimiento de Juan de Palafox y Mendoza, Ricardo Fernández recogió que Pedro Navarro debió haber concluido la construcción de la ermita de La Soledad para 1600 o 1602, y que después, el homónimo hijo de éste la mejoró, con el apoyo del propio Palafox. Así como que el Pedro Navarro que fue a Ariza fue el hijo homónimo de quien salvó a Palafox, recién nacido en Baños de Fitero.
Desafortunadamente las andas forradas con las hojas impresas ya no se conservan pues las mandó quemar el Párroco anterior al actual.
Desafortunadamente las andas forradas con las hojas impresas ya no se conservan pues las mandó quemar el Párroco anterior al actual.