Esta semana ha movido algo el aire en Fitero y se han desprendido varias tejas del Humilladero de las que, por cierto, nadie se ha molestado aún en retirar sus cascotes de sus inmediaciones.
Dentro de lo que cabe, se puede decir que ha habido suerte pues no han causado daños materiales a ningún transeúnte ni tampoco a ninguno de los vehículos que, lamentablemente, suelen aparcar tan cerca de las columnas del propio monumento popular que, de haber estado ahí estos días, no hay duda de que le habrían ocasionado un mal trago a las respectivas compañías de seguros.
Miedo da pensar qué habría ocurrido si alguna de estas tejas le hubiera caído a algún niño o a algún anciano que, movido por la curiosidad, se hubiera acercado a ver el interesante Cristo del Humilladero.
Dentro de lo que cabe, se puede decir que ha habido suerte pues no han causado daños materiales a ningún transeúnte ni tampoco a ninguno de los vehículos que, lamentablemente, suelen aparcar tan cerca de las columnas del propio monumento popular que, de haber estado ahí estos días, no hay duda de que le habrían ocasionado un mal trago a las respectivas compañías de seguros.
Miedo da pensar qué habría ocurrido si alguna de estas tejas le hubiera caído a algún niño o a algún anciano que, movido por la curiosidad, se hubiera acercado a ver el interesante Cristo del Humilladero.
Los desperfectos cada vez son mayores. Las grietas del arco se que sustenta el templete por la cara norte, la más cercana a la carretera que pasa junto a él, se han abierto un poco más. Así como también lo ha hecho el agujero del falso techo que hay en el interior del templete del Humilladero.
Es posible que, si mueve un poco más de Cierzo, no sólo se caigan algunas tejas más sino que acabe por desplomarse este monumento del siglo XVI y que sus escombros también se lleven por delante la escultura que hizo Fausto Palacios Martínez, en 1948.
Ya que estamos resignados a esperar el hundimiento de este templete, creo que, al menos, las autoridades, que parece que ni sienten, ni padecen por el devenir del patrimonio de los fiteranos, y, menos aún, por desarrollar su potencial, haciendo de Fitero una villa con rincones cada vez más atractivos, tanto para los que vivimos en ella como para los que nos visitan o podrían llegar a visitarnos, debieran poner algunas señales que advirtieran del peligro de hundimiento del Humilladero. De paso, quizá podrían también acordonar la zona para evitar posibles desgracias materiales o incluso personales pues cada vez parece más probable que estemos escribiendo la crónica de un hundimiento anunciado.
Ni qué decir tiene que mejor que todas estas medidas sería de agradecer la urgente y responsable intervención que evitara la pérdida de este monumento, que llevara a cabo su restauración, que acondicionara su entorno, dotándolo de una zona ajardinada, y que, para evitar futuros desperfectos y para asegurar su disfrute por generaciones venideras, fuera declarado Bien de Interés Cultural. Aunque sólo sea de carácter local, cosa para la que, por cierto, tiene potestad y competencias el propio Ayuntamiento de la Fitero.