jueves, 28 de abril de 2011

La reconstrucción de la Ermita de la Soledad

Durante casi veinte años creo que nadie volvió por la ermita de Pedro Navarro hasta que, el 15 de Agosto de 1999, festividad de la Asunción de la Virgen, la Asociación de Amigos del Monasterio de Fitero organizó varios actos para conmemorar el 4º centenario del nacimiento de Juan de Palafox y Mendoza. Fue entonces cuando Jorge Fernández Díaz se interesó por ella y, tras conocer su historia, se unió a la comitiva que, el domingo 22 de Agosto, festividad de Santa María Reina o la Real, se había dispuesto para conocer la ubicación de las ruinas arqueológicas de aquella ermita. En el camino de subida desde el establecimiento Virrey Palafox, de Baños de Fitero, al pararnos a ver las excelentes vistas del valle del Alhama, concretamente del término de San Valentín, donde estuvo la villa de Tudején (despoblado de Fitero), su castillo, la nevera de los frailes, la casa del Soto, la Peña del Saco, etc, que ofrece la terraza natural que había encima de las instalaciones del otro balneario, Gustavo Adolfo BécquerJorge Fernández me preguntó en varias ocasiones acerca de cuál debió ser el motivo que pudo tener Pedro Navarro para decidirse a erigir en aquel paraje una ermita a la Virgen de la Soledad, de acuerdo con las explicaciones que poco antes le había dado Ricardo Fernández Gracia. No supe qué contestarle y tan sólo se me ocurrió responder que sería una persona muy devota a dicha Virgen, por lo que no es de extrañar que tan pobre argumento no le acabara de convencer y que continuara cavilando sobre esta cuestión mientras seguía guiando al grupo por la senda que subía entre las Peñas del Baño o de la Soledad hasta las cercanías del lugar en el que se encontraban los restos de la desconocida ermita.
Una vez que llegamos ante la entrada de la cueva, Jorge Fernández se llevó la mano a la frente y exclamó: ¡Ya sé por qué! ¡Ya sé por qué Pedro Navarro dedicó aquí una capilla a la Virgen de la Soledad! Fue porque aquí es donde debió estar sólo y desamparado el recién nacido Juan de Palafox, desde poco después de nacer hasta que, al atardecer, lo rescató Pedro Navarro y evitó así que la criada de su madre lo tirara al cercano río. Sólo y Soledad. Fue un milagro que Palafox, como él mismo escribió, salvara entonces su vida, de ahí que, en agradecimiento, le dedicaran esta ermita a la Virgen de la Soledad, ¿no?, pudo ser así, ¿no? De nuevo, sólo se me ocurrió decir que sí, que pudo ser así, claro, pero que no se podía saber y tampoco esta vez le satisfizo mi respuesta, de ahí que dijera que, al bajar, se lo iba a consultar a Ricardo Fernández, que le estaba esperando en el balneario Gustavo Adolfo Bécquer. Éste reaccionó exclamando ¡Eureka! ¡Eureka!, y como después escribió en el folleto que al año siguiente publicó como Recuerdo de la bendición de la Ermita de la Soledad, dijo que el citado Sr. Fernández Díaz, con gran lucidez, nos apuntaba algo de lo que no nos habíamos planteado al dictar la lección inaugural, y cuya conclusión era que Palafox había pasado sus primeras horas de vida, entre las ocho de la mañana y las diez de la noche de aquel veinticuatro de junio de 1600 en aquel solitario paraje. A lo que añadió que un análisis detenido de esta hipótesis lleva, sin lugar a dudas, a la mencionada conclusión, recordando, entre otros argumentos, el tantas veces citado testimonio de don Miguel de Lara que vino a Fitero y declaraba en 1667 "que el día que nacio este Venerable Prelado, a las ocho de la mañana, al tiempo que sacan a labar la ropa en el baño de la dicha villa de Fitero, de los que an sudado después de tomar el baño, llevaban al señor obispo, recién nacido, enbuelto en una cesta desta ropa y le encubrieron en parte donde no podía saverse del, por ser puesto muy breñoso y áspero y estuvo así hasta las diez de la noche y esto fue de orden de su madre, que queriendo resguardar su crédito, encargó a una criada suya le arroxase en el río". ¡Qué mejor sitio que una cueva alejada del establecimiento termal y en la altura del monte, por donde nadie pasaba, para ocultar el objeto del delito! Si además tenemos en cuenta que el lugar exacto de la habitación en donde nació el Venerable se correspondía con la capilla allí levantada hasta no hace muchas décadas y que su situación estaba en el extremo del edificio, justamente en la salida natural hacia el monte, observamos que los argumentos cuadran perfectamente.
Puesto en conocimiento de las novedades, el Consejero Delegado de Baños de Fitero, Francisco Huarte Goñi, tal como publicó Ricardo Fernández, propuso recuperar la ermita, iniciativa plausible que fue asumida por el Presidente de la Asociación de Amigos del Monasterio de Fitero [Fernando Seves Morentin] y otras personas que allí se encontraban y así, el 24 de Junio de 2000, se inauguró y bendijo la reconstruida ermita de la Virgen de La Soledad, de Baños de Fitero. Gracias al exquisito gusto y cuidado detalle que en ello puso el arquitecto Javier Sancho Domingo, así como a la aportación de la cerámica con la imagen de la Virgen de la Soledad, que hizo Fernando Seves Morentin y que, tras haberla rescatado del mercado de antigüedades, encajó perfectamente en el hueco rectangular que tenía la ermita original, y al interés con el que la empresa Baños de Fitero se tomó la iniciativa de preparar y adecuar como correspondía el camino que lleva hasta la ermita. A lo que cabe añadir que, el 22 de Agosto del citado año en el que se cumplía el 4º centenario del nacimiento de Juan de Palafox en Baños de Fitero, celebró misa en el ermita de la Virgen de la Soledad, el Cardenal Antonio Cañizares Llovera, amigo personal de Jorge Fernández. Ese mismo día pero de 2004, lo hizo el nuevo Párroco de Fitero José Javier Goitia Chasco, y ese mismo día pero de 2009, celebró Misa el nuevo Arzobispo de Pamplona y Tudela, Francisco Pérez González.