viernes, 24 de junio de 2011

La primera epidemia de cólera morbo, 1834

El cólera morbo, enfermedad endémica del norte de la península del Indostán, de acuerdo con lo publicado por Esteban Orta Rubio, llegó a la península Ibérica a través de los puertos portugueses y entró en España por la ciudad gallega de Vigo, en Enero de 1833, y la pandemia causó unas 300.000 muertes, esto es, un 3% de toda la población española.
La primera noticia acerca del cólera en Navarra, de acuerdo con lo publicado por Esteban Orta, data del 2 de Agosto de 1834, cuando súbitamente apareció en la ciudad de Corella y produjo la muerte de 31 personas en sólo tres días, remontando el curso del Alhama para contagiar a los vecinos de Cintruénigo, donde fallecieron 3 personas en menos de 24 horas, y llegando a Fitero el día 7 de Agosto de 1833. Todo ello antes de llegar también a las localidades riojanas de Igea de Cornago y de Alfaro, a mediados de este mismo mes, así como a la cercana ciudad aragonesa de Tarazona y también a la navarra de Tudela a finales de Agosto. Si bien, en el valle del Alhama la enfermedad comenzó a remitir a partir de la segunda quincena de Agosto de 1833, rebrotó con fuerza el 2 de agosto del año siguiente y esta vez perduró hasta finales de Septiembre de 1834, tal como había publicado el fiterano Manuel García Sesma, con anterioridad a Esteban Orta. Además, Manuel García transcribió la nota que el vicario de la parroquia de Fitero, Fray Santos Leoz, junto con el párroco, Fray Miguel Arellano, añadieron en el libro de difuntos, el 17 de Octubre de 1834: Aunque en el asiento de las partidas, desde el principio de agosto hasta el día de la fecha, se advierta alguna equivocación, y que están tergiversadas sus fechas, no deberá causar admiración para lo sucesivo, teniendo presente que, en estos dos meses, acometió el cólera morbo a este pueblo, y por los muchos que morían, ni se traían a la iglesia ni las gentes cuidaban de avisar ni menos el obligarse, para después pagar los entierros; por lo que fue preciso salir por el pueblo, preguntando casa por casa quién había muerto; y a pesar de esta diligencia, no será extraño el que algún difunto haya quedado sin asentarse.
No obstante, los datos acerca de la mortalidad fiterana que recogió Esteban Orta dan muestras de la influencia que tuvo esta pandemia, especialmente, en 1834. Pues, frente a los 81 fallecidos en 1832, fueron 127 en 1833, 244 en 1834, lo cual supone un 11,6% del total de la población fiterana, 111 en 1835 y ya sólo 54 en 1836.