lunes, 27 de junio de 2011

Exaltación realista tras la muerte de Fernando VII

El 29 de Septiembre de 1833 falleció Fernando VII de Borbón, dejando como heredera a su hija Isabel II de Borbón, bajo la regencia de su viuda María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Si embargo, los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón, hermano del difunto rey, le proclamaron como heredero y sucesor a la Corona de España, como Carlos II, en Talavera de la Reina (Toledo) y Bilbao (Vizcaya) el mismo día, el 3 de Octubre de 1833, dando así comienzo a la que sería conocida como la Primera Guerra Carlista.
La sublevación Carlista llegó a Navarra de la mano de Santos Ladrón de Cegama, quien había proclamado a Carlos II en Tricio (La Rioja), el 6 de Octubre y, a continuación, se había dirigido hacia Pamplona, al frente de una tropa de voluntarios Realistas de Logroño. Pero cuatro días después fue derrotado en Los Arcos por el ejército que había salido a su encuentro desde la capital navarra, siendo fusilado en la Ciudadela de Pamplona el 14 de Octubre y acabando así el primer conato de la sublevación Carlista en Navarra. La Diputación del Reino de Navarra, presidida por el abad de Fitero, Bartolomé Oteiza, reconoció como heredera a Isabel II, oponiéndose a la sublevación Carlista. Mientras tanto, los partidarios de ésta se organizaron y, el 15 de Noviembre, constituyeron en Estella la Junta Carlista, habiendo proclamado a Tomás Zumalacárregui Imaz como general interino de Navarra, el día anterior, tal como publicó José María Mutiloa. Poco después, el 7 de Diciembre, las Diputaciones Carlistas de Vizcaya y de Álava le nombraron también jefe de sus tropas. 
La perseverante lealtad a la reina María Cristina de la Diputación del Reino de Navarra y de su Presidente, el abad de Fitero, ayuda a entender que en la Gaceta de Madrid, antecesora del Boletín Oficial del Estado, del 6 de marzo de 1834, se publicara una carta dirigida a la regente María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, escrita por un monje de Fitero en la que le exponía que Señora: Fr. Jacinto Yecora y González, monje del Real monasterio de Fitero en Navarra, a S. M. con el respeto debido expone: que poseído del más acerbo dolor al oír el triste anuncio de la muerte de nuestro buen Rey el Señor D. Fernando VII, vuestro muy caro y amado Esposo, enmudecí y quedé absorto largo rato; mas leyendo el testamento en que se nombra por Regenta a la Semiramis de nuestro siglo, no pude menos de exclamar: ¡dichosa España! al fin mereciste ser feliz; ¿feliz dije? sí; los talentos, las virtudes, el genio encantador de la inmortal CRISTINA conducirán nuestra nación al rango que la corresponde entre las demás del continente europeo. Hombres díscolos, almas viles, abortos del genio del mal, han introducido la tea de la discordia en algunas de nuestras provincias; pero gracias a nuestro valiente ejército, los rebeldes  [Carlistashan sido batidos en todas direcciones, y ya no queda sino tal cual gavilla que ocultándose de día en las asperezas de los montes, sale a la noche a buscar su presa. Así es como la mayoría de la nación ha acreditado que sus juramentos no son vanos, y que el trono de ISABEL será sostenido con vigor por todos los españoles, contándome yo el primero si es necesario.
Señora: como español y como ministro del Dios de los cristianos, no puedo menos de hacer una manifestación sincera de los sentimientos de lealtad y adhesión de que estoy animado, ofreciendo derramar hasta la última gota de mi sangre en defensa de tan sagrados como imprescindibles derechos de la REINA nuestra Señora Doña Isabel II. Dios guarde la preciosa vida de V. M. y de su augusta Hija tantos años como ha menester la felicidad de esta monarquía. Fitero, 10 de febrero de 1834. =Señora= A L. R. P. de V. M. =Fr. Jacinto Yecora y González.
Llama la atención que esta carta fuera escrita justamente el día anterior al que Tomás Zumalacárregui Imaz declarara traidores de lesa Majestad, condenando a pena de muerte y confiscación de bienes, a todos los diputados navarros. Amenaza que no arredró al abad de Fitero ni al resto de los diputados que, el 2 de Marzo, procedieron a proclamar públicamente a Isabel II de Borbón como reina de Navarra. Aunque el final de Bartolomé Oteiza como Presidente de la Diputación del Reino de Navarra fue algo triste y aún es algo confuso pues, tras presidir la sesión del 27 de Agosto de 1834, ya no volvió a participar en sus juntas, sin que fuera reemplazado por nadie en la Diputación. Perdiéndose entonces su pista ya que parece que no se reincorporó como abad de Fitero pues consta que este monasterio estaba a cargo de su prior, Fray Esteban Cenzano, cuando pasó a manos del tudelano Melchor Azcárate, en su calidad de Comisionado Subalterno de la Oficina de Arbitrios de Amortización para la Merindad de Tudela, el 11 de Noviembre de 1835, como consecuencia del decreto de desamorización dictado por el Primer Ministro, Juan Álvarez Mendizábal, el 11 de Octubre de 1835. Constando, eso sí, que  Bartolomé Oteiza fue enterrado en Buñuel, el 12 de Agosto de 1836.