Un batán, como el que por ejemplo aún puede verse en Aniezo (Cantabria), es una máquina usada desde la Antigüedad de forma manual, aunque a partir de la Edad Media pasó a utilizar la energía proporcionada por una rueda hidráulica que estaba compuesta de gruesos mazos de madera, movidos por un eje, para golpear, desengrasar y enfurtir o apelmazar los paños gruesos, tejidos de lana, mientras éstos estaban en una pila, remojados en una emulsión de agua caliente, orina y tierra de batanero (caolinita o también greda para absorber la grasa y blanquear la lana) que, desde el siglo XVII, fue sustituida por jabón disuelto en agua caliente, que daba mejores resultados. Con estas operaciones los paños de lana obtenían una mayor densidad y peso, esto es, una mayor calidad y durabilidad del tejido, además de que su lana quedaba limpia y desengrasada. Previamente, la lana recién esquilada de las ovejas que habían sido recogidas para que sudaran en los corrales del Guache, había pasado por el Lavator (Los Lavatores o Abatores, en Fitero) antes de pasar por el proceso de cardado, hilado y enmadejado, en el que se engrasaba con aceite de oliva o manteca para prevenir el deterioro de las fibras de lana por el roce, y finamente pasar por el telar en el que se confeccionaba el correspondiente tejido.
Inicialmente, el monasterio de Fitero tuvo dos batanes, constando que uno de ellos estuvo junto al primer molino fiterano que construyeron los cistercienses al lado de su abadía de Castellón-Fitero, a mediados del siglo XII, y el otro en el actual término de San Valentín de Tudején (despoblado de Fitero), en la cuenca del río Añamaza. Ambos seguían funcionando a finales del siglo XVI y, como publicó Manuel García Sesma, como se sabe por un Inventario de los enseres de las bodegas, aceitería, trujal, molino y lagar, hecho en Fitero, el 14-I-1593, por el Cillerero Fr. Miguel de Aragón, en cumplimiento de la escritura de arrendamiento de los frutos y rentas del Monasterio a Juan de Jaunsaras. En la enumeración de los enseres, se anota "en el Batán de Añamaça: el batán moliente y corriente, bien aderezado, el tejado con un pedazo descubierto, los mazos remendados, y el árbol y pila nueva; y el Molino harinero del Batán, con su orenza, solera y corredera, y su rodezno moliente y corriente". Según el Tumbo de Fitero, hacia 1634, este "batán del río Añamaça" estaba arrendado al Maestro Pelaire, Pedro Pérez, en 100 reales anuales. Añadiendo que en el siglo XVII, desaparecieron el molino, el trujal y el batán de Añamaza, quedando únicamente el Batán, "sito en el Río Molinar", y el Molino y el Trujal, construidos a la salida del pueblo, por detrás de la Puerta del Río, en el Barrio Bajo, al comienzo del viejo Camino de Tudela, en donde estuvo, al parecer, antes de la mitad del siglo XII, el pequeño fuerte de Castellón.
En el año 1640 los monjes comenzaron la construcción del batán cuyas ruinas aún son visibles entre el cauce del río Alhama y la cuesta de
La Mejorada, tomando un camino que hay a mitad de esta, aprovechando el cauce del río de Piedra que abastecía de agua de boca a la Villa, así como también generaba energía hidráulica en el primer molino fiterano que construyeron los cistercienses junto a su abadía de Castellón-Fitero, antes de regar la
Huerta y continuar su curso hacia los términos de Cintruénigo. Para ello, su abad, el cordobés
Plácido del Corral y Guzmán, encargó el proyecto al cantero turiasonense
Pedro Angós, primero de la dinastía de artistas a la que dio lugar en Fitero, tras haberse casado con
María Mañero, en 1625. Año en el que nació el primer
Angós fiterano:
Pedro Angós Mañero, constructor de la
casa del Soto. Aunque tuvieron que retrasar la obra durante una década debido al pleito ante la
Real Corte que puso la villa de Fitero, en oposición a su construcción.
En el resumen del inventario de la desamortización definitiva del monasterio de Fitero, cuya exclaustración acaeció en noviembre de 1835, que publicó Manuel García, consta que este batán de paños estaba "sito en el río Molinar, con su habitación para el batanero y un huerto anejo. Lo llevaba en arriendo por tres años, Benito Martínez, en 540 reales de vellón anuales". Unos años más tarde, Pascual Madoz Ibáñez, al tratar acerca de la voz Fitero en el tomo VIII de su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, mencionó que los paños ordinarios que se elaboraban antes en Fitero eran "de muy buena calidad y estaban bien acreditados", pero que ya había desaparecido esta industria.
Es una pena el estado de ruinoso abandono en el que se encuentras estos restos del patrimonio industrial de Fitero y que no esté previsto cuidarlas, acondicionando el lugar para que se pueda visitar y dotándolo de un panel en el que se explique el funcionamiento del batán y de las dependencias que aún son visibles. De hacerse así, la villa recuperaría un interesante lugar turístico al que podrían acceder quienes tuvieran interés en estos restos arqueológicos así como todos aquellos que habitualmente pasean por el concurrido paseo peatonal que une Fitero con Baños de Fitero.