En Navarra, la energía hidráulica fue la principal fuente de energía hasta finales el siglo XIX. La aparición de posibilidades técnicas, que surgieron entonces, para la producción y utilización industrial de la electricidad rompió los límites energéticos existentes, debidos a la carencia de carbón mineral, a la limitada disponibilidad del carbón vegetal y a la dependencia de la energía hidráulica, de carácter estacional, gracias a las dos grandes ventajas que presenta la electricidad, su capacidad para transportar energía a través del espacio sin pérdida importante y su capacidad de conversión en otras formas de energía: calor, luz y movimiento.
Josean Garrués Irurzun publicó que los albores de la industria eléctrica en España se remontan a 1874, año en el que la Escuela de Ingenieros de Barcelona importó, de la mano del óptico barcelonés Tomás J. Dalmau, la primera máquina electromagnética de [Zénobe Théophile] Gramme, señalando también que, previamente, el director de la Escuela, Ramón de Manjarés, había comprobado las virtualidades del invento del belga Zenobe T. Gramme en la Exposición Universal de Viena (1873), y que, gracias a esta máquina, comenzó la realización de instalaciones de iluminación en diversos establecimientos industriales de Cataluña y, en menor medida, fuera de ella. Añadiendo que la empresa familiar Francisco Dalmau e Hijo se transformó, en 1881, en la Sociedad Española de Electricidad, la primera que instaló y comercializó centrales eléctricas españolas. Así mismo, Josean Garrués recogió que el primer proyecto de utilización industrial que hubo en Navarra estuvo destinado al alumbrado público y que lo promovió, el Ayuntamiento de Pamplona en sesión aprobada el 31 de marzo de 1888.
Respecto a la utilización industrial de la energía eléctrica en Navarra, Josean Garrués publicó que dada su tradición cerealista, fue la industria harinera la más favorecida. Entre las empresas harineras autoproductoras conviene destacar, por ejemplo: Gárate y Cía. de Lumbier (1892); Santesteban y Oyarzun de Vera (1895); y Vda. de Alzugaray de Villaba (1897). También existieron otras empresas y entidades que incorporaron la electricidad, entre otras, la fábrica de aceites de Gervasio Alfaro [Octavio de Toledo, aunque entonces la fábrica aún era de su padre Manuel María Alfaro Morales] de Fitero (1895); la serrería de Fausto Cía. de Aoiz (1895); el Ayuntamiento de Falces (1893); la Junta de Regadío de Puente la Reina (1894); y el Balneario de Betelu (1890).
A partir de entonces, muy pronto proliferaron pequeñas electras, aunque preferentemente en el campo de la iluminación municipal, mediante la reutilización de algún molino infrautilizado. La importancia de todas ellas, si se tiene en cuenta la potencia empleada, fue muy limitada, si bien desde un punto de vista cualitativo se debe valorar positivamente la rápida extensión de la electricidad en el terreno de la iluminación y de la industria rural.
En el caso de Fitero, la llegada de las revoluciones industriales modernas a la Villa fue muy tardía, en palabras de Manuel García Sesma: La industria moderna, propiamente dicha, es decir, la producción en serie de mercancías, no apareció en Fitero hasta la 2.ª mitad del siglo XIX. Añadiendo que, inició esta etapa el propietario D. Manuel María Alfaro, quien, en 1862, construyó una fábrica de jabones, llamada "La Primitiva", y en 1874, otra de aceite industrial llamada popularmente la "Fábrica de Coco". Señalando también Manuel García que otro de los fiteranos que continuó con la renovación de los antiguos talleres artesanales que habían mantenido los cistercienses hasta su exclaustración definitiva, en 1835, fue Casimiro Francés García quien, en 1877, abrió una fábrica de chocolates; en 1898 fundó la "Electra", para dotar al pueblo de alumbrado eléctrico [con un motor hidráulico o turbina de Planas, Flaquer y Cía de 100 cv., n.º 1148, en un salto de 24 mts., instalado en el molino hidráulico que Casimiro Francés también poseía en Cintruénigo]; y en 1902, convirtió su viejo molino de trigo en una verdadera fábrica de harinas, sustituyendo con cilindros las antiguas piedras de moler, reemplazando así la tecnología que estuvo en uso desde que ahí la instaló San Raimundo de Fitero a mediados del siglo XII cuando junto a este molino también edificó el primer monasterio cisterciense de la península Ibérica. Aunque, en la actualidad, sólo se conserva la pequeña caseta en la que se albergaba el transformador desde el que se importaba la energía eléctrica originada en el antiguo molino de Cintruénigo, ubicada junto a los restos de las dependencias del antiguo molino y del primer monasterio de Fitero.
Josean Garrués Irurzun publicó que los albores de la industria eléctrica en España se remontan a 1874, año en el que la Escuela de Ingenieros de Barcelona importó, de la mano del óptico barcelonés Tomás J. Dalmau, la primera máquina electromagnética de [Zénobe Théophile] Gramme, señalando también que, previamente, el director de la Escuela, Ramón de Manjarés, había comprobado las virtualidades del invento del belga Zenobe T. Gramme en la Exposición Universal de Viena (1873), y que, gracias a esta máquina, comenzó la realización de instalaciones de iluminación en diversos establecimientos industriales de Cataluña y, en menor medida, fuera de ella. Añadiendo que la empresa familiar Francisco Dalmau e Hijo se transformó, en 1881, en la Sociedad Española de Electricidad, la primera que instaló y comercializó centrales eléctricas españolas. Así mismo, Josean Garrués recogió que el primer proyecto de utilización industrial que hubo en Navarra estuvo destinado al alumbrado público y que lo promovió, el Ayuntamiento de Pamplona en sesión aprobada el 31 de marzo de 1888.
Respecto a la utilización industrial de la energía eléctrica en Navarra, Josean Garrués publicó que dada su tradición cerealista, fue la industria harinera la más favorecida. Entre las empresas harineras autoproductoras conviene destacar, por ejemplo: Gárate y Cía. de Lumbier (1892); Santesteban y Oyarzun de Vera (1895); y Vda. de Alzugaray de Villaba (1897). También existieron otras empresas y entidades que incorporaron la electricidad, entre otras, la fábrica de aceites de Gervasio Alfaro [Octavio de Toledo, aunque entonces la fábrica aún era de su padre Manuel María Alfaro Morales] de Fitero (1895); la serrería de Fausto Cía. de Aoiz (1895); el Ayuntamiento de Falces (1893); la Junta de Regadío de Puente la Reina (1894); y el Balneario de Betelu (1890).
A partir de entonces, muy pronto proliferaron pequeñas electras, aunque preferentemente en el campo de la iluminación municipal, mediante la reutilización de algún molino infrautilizado. La importancia de todas ellas, si se tiene en cuenta la potencia empleada, fue muy limitada, si bien desde un punto de vista cualitativo se debe valorar positivamente la rápida extensión de la electricidad en el terreno de la iluminación y de la industria rural.
En el caso de Fitero, la llegada de las revoluciones industriales modernas a la Villa fue muy tardía, en palabras de Manuel García Sesma: La industria moderna, propiamente dicha, es decir, la producción en serie de mercancías, no apareció en Fitero hasta la 2.ª mitad del siglo XIX. Añadiendo que, inició esta etapa el propietario D. Manuel María Alfaro, quien, en 1862, construyó una fábrica de jabones, llamada "La Primitiva", y en 1874, otra de aceite industrial llamada popularmente la "Fábrica de Coco". Señalando también Manuel García que otro de los fiteranos que continuó con la renovación de los antiguos talleres artesanales que habían mantenido los cistercienses hasta su exclaustración definitiva, en 1835, fue Casimiro Francés García quien, en 1877, abrió una fábrica de chocolates; en 1898 fundó la "Electra", para dotar al pueblo de alumbrado eléctrico [con un motor hidráulico o turbina de Planas, Flaquer y Cía de 100 cv., n.º 1148, en un salto de 24 mts., instalado en el molino hidráulico que Casimiro Francés también poseía en Cintruénigo]; y en 1902, convirtió su viejo molino de trigo en una verdadera fábrica de harinas, sustituyendo con cilindros las antiguas piedras de moler, reemplazando así la tecnología que estuvo en uso desde que ahí la instaló San Raimundo de Fitero a mediados del siglo XII cuando junto a este molino también edificó el primer monasterio cisterciense de la península Ibérica. Aunque, en la actualidad, sólo se conserva la pequeña caseta en la que se albergaba el transformador desde el que se importaba la energía eléctrica originada en el antiguo molino de Cintruénigo, ubicada junto a los restos de las dependencias del antiguo molino y del primer monasterio de Fitero.