Tal como publicó Manuel García Sesma, el alumbrado público en Fitero data de 1859, siendo Alcalde, D. Nicolás Octavio de Toledo. En la sesión del 6 de septiembre de dicho año, el Ayuntamiento acordó instalarlo, poniendo 12 farolas grandes y 6 pequeñas, con un sereno encargado de su cuidado y limpieza y de cantar las horas. Las farolas contenían en su fondo una lámpara de aceite de oliva y, cada año, el Ayuntamiento sacaba a subasta el suministro del mismo, hasta que en la sesión del 21-IV-1872, se acordó cambiar el aceite por el petróleo.
El primero y único sereno fue Juan Liñán, hasta que, en 1869, se nombró a un segundo vecino, llamado Lucas Pueyo, alternándose por semanas en la vigilancia del pueblo. En la sesión del 18 de marzo de dicho año, se acordó que se le pagaría 1 pta. diaria, en los seis meses de verano y 2 ptas., en los 6 de invierno. En la sesión del 6 de febrero de 1870, el Ayuntamiento nombró dos comisionados vigilantes, que fueron D. Sebastián Yanguas, del distrito 1º, y D. Romualdo Muro, del 2º, para que "los serenos cumplan con su deber y los faroles luzcan lo que corresponde a ese aceite que se le suministra". En 1887, se aumentó en I real diario el salario de los serenos, por haberles quitado la vivienda gratuita que tenían en los locales del Monasterio y se estableció que su horario de servicio sería desde las 10 de la noche hasta las 4 de la mañana, de junio a septiembre, y de 10 a 5 de la mañana en los demás meses.
A principios del siglo XX, los serenos continuaban siendo dos y ganaban 1,25 ptas. diarias. En invierno llevaban sendos capotes, y en todo tiempo, un farolillo con una lámpara encendida de aceite y una lanza. Salían de la Casa de la Villa, situada en la Placilla, a las 10 de la noche, diciendo en voz alta: "Ave María Purísima. Sin pecado concebida. Las 10 en punto. Sereno" (o Nublado o Lloviendo o Nevando, según el tiempo que hiciera). Cada uno estaba encargado de la vigilancia de las calles de uno de los dos distritos y de apagar los faroles del alumbrado público, a las II de la noche. Para ello utilizaban unas escaleras de madera, que estaban colgadas, durante el día, en el Parador de San Antonio. En el nº 42 de LA VOZ DE FITERO, del 19 de enero de 1913, se consignaba que, en la última sesión del Ayuntamiento, Eladio Calleja había presentado una cuenta de 69 ptas., por el aceite suministrado en el año 1912, para los faroles de los serenos y la lámpara de la Patrona.
El sereno que prestó más tiempo este servicio, en el siglo actual [XX], fue el Tío Parejo (Román Fernández Gómara), que lo fue durante 23 años seguidos (1900-1923). El último y único sereno fue Ricardo Hernández Carramiñana, empleado en funciones múltiples del Municipio, que desempeñó algún tiempo este servicio hasta 1982, en que quedó extinguido. Su sueldo anual de este año fue de 726.874 ptas.; o sea, 1990 más al día que el primitivo sereno Juan Liñán, en el año 1869.
Mucho ha llovido desde entonces y en gran medida ha aumentado el número de farolas con que se iluminan las calles de Fitero, así como su tecnología, gestión y horarios. Sin embargo, no parece que desde el Ayuntamiento se haya tenido en cuenta que su ubicación no debería impedir el paso de los peatones por las correspondientes aceras, ni que la distribución del tendido del cableado eléctrico y telefónico requiere un replanteamiento y, seguramente, un soterrado para así embellecer las fachadas de las casas de la Villa, liberándolas de tan fea decoración municipal. Si en Fitero queremos potenciar y fomentar el turismo, entre todos debemos cuidar todos los detalles que hacen de la Villa un lugar de interés y atracción turística y, hoy por hoy, su urbanismo deja mucho que desear.