Hoy en día, el Guache sólo es el nombre de un callejón sin salida al que se accede desde el Paseo de San Raimundo. Este topónimo está relacionado con el galicismo Gouache que, a su vez, procede del italiano Guazzo: Aguada, que también da nombre a una técnica de pintura al agua. Aunque en este caso su acepción está relacionada con los corrales cubiertos en los que se encerraba a las ovejas para que sudaran y así facilitaran la operación del esquileo, como publicó José María Iribarren Rodríguez, entre otros, y como después recogió también Manuel García Sesma para acertadamente resolver la etimología de este topónimo fiterano.
Antes de la desamorización de 1835, toda la hilera de casas en la que se encuentra la entrada a este callejón, entre la estatua del patrón de la Villa y el Camino de La Madera, eran cocheras, cuadras y almacenes en los que se guardaban los utillajes de los distintos oficios dependientes del monasterio cisterciense de Fitero y, por medio de este callejón, se accedía a los Guaches o corrales cerrados a cal y canto en los que se guardaba a las ovejas que se iban a esquilar, con objeto de que sudaran y así se apelmazara la lana para favorecer la primera labor o proceso de la rica industria textil que hubo en Fitero. Pues no hay que olvidar que mientras el monasterio estuvo en activo y, concretamente, entre los siglos XV y XIX, en Fitero hubo una importante cabaña ovina, de más de cien mil ovejas, de las que se extraía lana de buena calidad que se procesaba en los Lavatores (término fiterano de Abatores) antes de confeccionar los paños que finalmente se apelmazaban en los batanes o molinos de paños.
La media docena de este tipo de corrales que había en Fitero, como ya señalara Manuel García, se encontraban ubicados en la parte derecha del patio interior cerrado al que da acceso el Callejón del Guache. Desafortunadamente ya no existen y ahora el callejón sólo da acceso al patio de vecinos en el que las cocheras particulares han reemplazado a la fila de los seis corrales del Guache que un día tuvo el monasterio de Fitero.
La estructura arquitectónica de este callejón, de forma cuadrada y con vigas de madera que sustentan la vivienda que hay sobre él, es similar a la del Callejón del Carmen, que comunica a la Calle Oñate con la Calle Mayor, y también lo era con el recientemente desaparecido Callejón de Santa Lucía, que daba acceso a este término fiterano desde la Calle Mayor, datando los tres, seguramente, del siglo XVI o XVII. Por lo que es una lástima que uno de ellos ya haya desaparecido sin que nadie se haya preocupado de lo que significa esta pérdida para el atractivo turístico y el rico patrimonio de Fitero y que es posible que en futuras remodelaciones urbanísticas desaparezcan los dos que aún quedan, si no se pone remedio. Sería de agradecer que quien tiene competencias para ello tomara las medidas necesarias para potenciar los recursos históricos, artísticos y etnográficos que aún quedan en la Villa como parte de un Plan Director que facilite el progreso y el desarrollo socio-económico de Fitero y, evidentemente, de los fiteranos. Manteniendo y mejorando las condiciones en las que se encuentran rincones recoletos como éstos se podría lograr que Fitero tuviera mayor interés y atractivo para los turistas que visitaran esta poco y mal conocida villa navarra.