domingo, 3 de julio de 2011

El asesinato de la romería de Yerga

Hasta principios de este siglo, en que demostré que el primer monasterio cisterciense de la península Ibérica fue fundado en Niencebas (despoblado de Alfaro), en la falda meridional del monte Yerga, y que, cerca de la cima de éste, el monasterio de Fitero lo que tuvo fue sólo una pequeña granja o priorato, estuvo vigente en la memoria colectiva la mítica leyenda, que se había creado en el siglo XVII, acerca de que antes de asentarse en Niencebas, los cistercienses de Fitero habían estado en dicha granja de Yerga. De hecho, uno de los mejores trabajos realizados acerca de los orígenes del monasterio de Fitero, de la Orden Militar de Calatrava y del fundador de ambos, San Raimundo de Fitero, fue el de las Memorias del Monasterio de Fitero que escribió en 1770 el cisterciense Manuel Calatayud y Amasa, natural de Fuenterrabía (Guipúzcoa), que fue abad de Fitero en dos cuatrienios, el de 1736 y 1740 así como en el de 1752 y 1756.
Manuel Calatayud realizó una detallada descripción de cómo estaba entonces el lugar en el que se encontraba esta mítica fundación cisterciense de Yerga: El sitio que mereció recibir las primacías de los cistercienses, se halla en un pequeño monte, que se llama Yerga. Su figura es casi redonda y su mayor diámetro pasa de una legua de cuatro mil pasos geométricos, en la cima, y frecuentes pero muy angostos valles que (cría digo) forma, [en los que] se crían muchos árboles de diferentes especies y gran copia de arbustos, de los cuales hay algunos que producen bellotas. La iglesia y casa está situada en la mitad o medio de la cuesta que mira al occidente, a poca distancia se hallan dos fuentes, la una al septentrión de la casa, distante de ella como 150 pasos comunes. La otra a mediodía, que tendrá como 50 pasos de distancia. Muy cerca de esta fuente hay dos nogales, el uno de ellos muy grande y hermoso. Creo que vendrían otros muchos árboles de esta especie si se plantasen. Un poco más debajo de la misma fuente, hay un reducido huerto, porque lo angosto y quebrado del valle o barranco, no permite más. En él se crían avellanos y algunos otros árboles frutales y excelente hortaliza. Tiene, el monte, abundantes pastos para ganado mayor y menor, y tierras laborables en las laderas y cuestas, que se cultivan y que rinden trigo limpio y de buena calidad. De estas tierras algunas son del monasterio de Fitero, que tiene, también, su era para trillar. Las demás, en mucho mayor número, son de los lugares convecinos. Estos lugares son Grávalos y Autol. El primero está al austro o mediodía de la iglesia de Yerga, con una legua de distancia. Autol dista dos leguas de la misma iglesia, entre el occidente y septentrión.
Manuel García Sesma publicó que en memoria de tal fundación y en honor de la Patrona de la basílica, Nuestra Señora de Yerga, los pueblos circunvecinos hacían todos los años una romería hasta ella: costumbre que duró hasta finales del primer tercio del siglo XIX y que, seguramente, habría comenzado en el siglo XVII o, como mucho, en el anterior. Añadiendo Manuel García que debía haber decaído ya bastante, a juzgar por una licencia concedida a los corellanos por el Obispo de Tarazona, el 18-VI-1813. Era para celebrar dos misas en la ermita del Villar, pagando 10 reales y 1 libra de cera, en lugar de ir a Yerga, que estaba a 3 horas de camino. Alegaban los peticionarios que esta larga distancia, unida a las muchas discordias y a la Guerra contra Napoleón [I Bonaparte], habían enfriado la devoción de los corellanos.
En efecto, el alegato de las discordias era cierto, pues dichas peregrinaciones fueron, en más de una ocasión, motivo de riñas, de tumultos y hasta de crímenes. En el Libro I de Difuntos de la Parroquia de Fitero, nos tropezamos casualmente con esta trágica partida: "Joseph de Cuenca murió el 7 de junio de 1628, de una puñalada que le dieron en la procesión de Nuestra Señora de Yerga y fue enterrado en Nuestra Señora de Yerga, entre el altar de Nuestra Señora de la Soledad y la Reja".
Con todo, los fiteranos devotos, continuaron haciendo esta romería más de medio siglo, después de la expulsión de los monjes en 1835. Al ocurrir ésta, el Monasterio poseía todavía "en la Basílica de la Virgen, con 5 yugadas de tierra y 2 piezas pequeñas, arrendadas unas y otras por 10 robos de trigo anuales".