domingo, 10 de julio de 2011

El Códice Calixtino y sus posibles orígenes

Manuel Cecilio Díaz Díaz señaló que el Liber Sancti Iacobi (LSI) o Libro de Santiago, cuya versión más completa se conoce como Códice Calixtino, una obra maestra de las más originales y difundidas de la Edad Media, parece ser el resultado de un proyecto acaso concebido por Diego Gelmírez desde antes de 1120, cuando pasó a ser el primer arzobispo de la sede gallega de Santiago de Compostela. Año en el que el Papa Calixto II (Guy de Borgoña, tío paterno del futuro Alfonso Raimúndez VII el Emperador) le concedió esta dignidad a su diócesis, siendo encargada su confección, con gran probabilidad, a algún canónigo francés, acaso de formación monástica, que estuvo relacionado de alguna forma con Santiago de Compostela. También parece indiscutible que la acumulación de materiales para su confección debió iniciarse hacia 1130 y que no fue rematada, con toda seguridad, antes de 1145, año en el que falleció el patriarca Guillermo I de Malinas, en Jerusalén, destinatario junto con el propio Gelmírez (fallecido en 1140) de la Epístola introductoria, atribuida a Calixto II. Siendo probable que la composición final del recién robado Códice Calixtino fuera realizada en Santiago de Compostela y que date de la década de 1140 o, con mayor probabilidad, de la de 1150. Época que coincide con la de la llegada de los cistercienses, Orden monástica de origen borgoñón, a la Península Ibérica, concretamente a Fitero (Niencebas-Castellón).
La colección de textos jacobeos recogidos en el LSI está distribuida en cinco libros independientes en su temática pero conectados a través de su intención jacobea. El Libro I, que es con mucho el más extenso pues ocupa bastante más de la mitad de la obra, contiene todo lo relacionado con el culto de Santiago en su Catedral. El Libro II es el que contiene una recopilación de 22 Milagros del santo apóstol, atribuidos a diversos autores y localizados en todas partes de la ecúmene. El Libro III recoge dos textos que tratan acerca de la Traslación del cuerpo del Apóstol Santiago, desde Jerusalén a España, algunas celebraciones litúrgicas y otros asuntos menores. El Libro IV relata la fantasiosa Historia de Turpín, arzobispo de Reims, y, por último, el Libro V comprende la descripción pormenorizada de la ruta de peregrinación conocida como el Camino Francés, con una visión muy particular y en muchos casos despectiva de los pueblos ibéricos que atravesaba el camino, reflejada en gran cantidad de detalles anecdóticos, descripciones de pueblos, avisos de peligros, etc.; con una segunda parte dedicada a la catedral de Santiago. Todo el contenido de este magnífico códice es de gran importancia porque proporciona gran información sobre los distintos aspectos que trata, destacando la trascendencia que para la Cristiandad atribuye al descubrimiento de la tumba del santo apóstol y dando a conocer la universalidad de la peregrinación y sus costumbres, a la vez que describe a Compostela como gran centro de milagros europeo. Siendo considerado este códice, además, como la primera guía turística de la historia de EuropaPor ello no es de extrañar que, aunque la villa de Fitero no figure en la ruta del camino francés de Santiago, sus destacados antecedentes históricos sí que estén relacionados con la vía compostelana desde el siglo XII, por ser Tudején (despoblado de Fitero) la única referencia de toda España que, junto con otras dos localidades de Francia, al parecer, habría seleccionado y citado el Papa Calixto II en su sermón acerca de cómo debía respetarse y celebrarse dignamente la festividad del apóstol Santiago. Tal y como figura en el primer libro del Códice Calixtino, concretamente, en su capítulo II, donde se dice explícitamente:
He aquí prodigios memorables que acontecieron en otros tiempos a los que no celebraron las fiestas de Santiago, por obra de la venganza divina. En España, en Tudeliono (Tudején), cierto labrador estuvo majando trigo en la era todo el día de Santiago. Al atardecer se metió en un baño que está junto al Castillo y es sabido que es una antigua y admirable obra de moros. Y al sentarse en él, en seguida la piel de la espalda, desde los hombros a las piernas, se le pegó a las paredes del baño [Baños de Fitero] y a la vista de todos exhaló su espíritu, por haber transgredido festividad tan grande. Esto fue realizado por el Señor y es admirable a nuestro ver”.
José María Anguita Jaen dijo que del análisis de los datos que crean el contexto en que se realiza este milagro, nos quedamos con la verosimilitud de los mismos: la existencia de un castillo y de unos baños, que seguramente eran de fábrica arábiga. Da la impresión de que nuestro autor  [el del LSI, se entiende] conoció Tudején de primera mano, o al menos de fuentes bien informadas. El “como es bien sabido” nos remite a alguien que conoció la zona, o que estaba al tanto de las andanzas de Alfonso el Emperador, añadiendo que este ejemplo no le venía del todo bien para su estudio sobre la presencia navarra en el LSI ya que, en aquella época, el castillo de Tudején no era navarro, de ahí que el autor del LSI lo situara apud yspanos, lo que demostraría que el autor conocía la sujeción del castillo por parte del rey de León, y que fuera escrito después de la muerte del rey aragonés Alfonso Sánchez I el Batallador. A este dato se puede añadir el que se deduce de que se cite un balneum, quod iusta castrum idem miro opera Sarracenico antiquo constat ese factum” pues esto sería consistente con que el autor del LSI hubiera estado en la biblioteca del monasterio de Fitero y hubiera visto, entre sus documentos más antiguos, el del famoso acuerdo de 1073, entre los reyes de Pamplona y Zaragoza, acerca del fronterizo castillo cristiano de Caparroso y el musulmán de Tudején, respectivamente, que también dio lugar a la leyenda fiterana de La Cueva de La Mora, que escribió Gustavo Adolfo Bécquer en Baños de Fitero.
Quizá el conocimiento del autor de este relato del LSI acerca de Tudején y de sus termas de orígen romano, no sólo se deba a su glorioso pasado sino que esté relacionado con la vinculación de los cistercienses que fundaron el monasterio de Fitero con la casa de Borgoña, con la que estaban emparentados tanto Alfonso VII como el Papa Calixto II, y con el lugar escogido por aquellos para fundar su primer cenobio en la Península Ibérica, controlando el paso del valle del Ebro a la meseta del Duero que, por su valor estratégico había sido donado por Alfonso I al obispo Gelmírez de Santiago de Compostela. Por lo que es posible que todos estos datos inconexos junto con otros que se puedan aportar más adelante, arrojen luz no sólo sobre quién, dónde y por qué fue escrito el Códice Calixtino, sino también por qué San Raimundo de Fitero, bajo el patrocinio de Alfonso VII, fundó su monasterio precisamente en Fitero y de cuáles fueron las conexiones que pudieron existir entre un espíritu que dio lugar a la fundación de la Orden Militar de Calatrava, para defender a la Cristiandad, con el hecho de que el monasterio del que surgió esta milicia estuviera en un lugar vinculado con Santiago y con la espiritualidad cristiana de la Europa que caminaba por el Camino de Santiago.