sábado, 19 de marzo de 2011

Calle Alberto Pelairea


Alberto Pelairea Garbayo (1878-1939) nació en Bilbao, donde su padre, el roncalés Calixto Pelairea, trabajaba como profesor de dibujo en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, aunque cuando cumplió los dos años de edad ya vivía en Tudela, de donde era natural su madre, Rita Garbayo. Tras cursar diversos estudios, sin llegar a finalizar ninguna carrera universitaria, y después de probar varios trabajos, por fin, en 1908, obtuvo la administración o dirección del Balneario Nuevo de Baños de Fitero, conocido desde 1973 como Gustavo Adolfo Bécquer, y, a partir de entonces, vivió en la villa de Fitero el resto de su vida.
Su pasión era la poesía y, en los Juegos Florales de Pamplona de 1918, celebrados en conmemoración del centenario del escritor navarro Francisco Navarro Villoslada (1818-1895), obtuvo el galardón de la Flor Natural por su poema Navarra. Premio al que siguió el que le otorgó de la Diputación Foral, con ocasión de la celebración del tercer centenario de la canonización del copatrón de Navarra, por su Himno a San Francisco Javier, en 1922. El mismo año en el que también Fitero lo nombró hijo Adoptivo de la Villa, el 14 de Septiembre. Reconocimiento al que se sumó el gran homenaje oficial que le hizo la ciudad de Tudela, en 1924, reconociéndole así su prestigio como poeta, en un acto en el que Alberto Pelairea recordó su infancia y juventud tudelana, y leyó su poema Mi gratitud. Completándose la terna de grandes galardones con el recibido el año siguiente, en Zaragoza y en presencia del rey Alfonso XIII de Borbón, por su poema El Pilar.
En 1931 falleció su esposa, la tudelana Cecilia Alba, pérdida que le abatió mucho pero que no le impidió seguir trabajando en su obra literaria hasta casi la fecha de su muerte. Nefasto acontecimiento que acaeció en Tudela, el 17 de Abril de 1939, como consecuencia del cáncer de garganta que deterioró su salud los dos últimos años de su vida. Aunque siguiendo sus deseos, fue enterrado en el cementerio de su querido Fitero, en la misma tumba en la que descansan los restos de su madre y de su esposa.
A excepción de la Antología Poética de Alberto Pelairea, que recogió y publicó el escritor tudelano Luis Gil Gómez (1915-1983), en 1973, la mayoría de sus trabajos literarios fueron publicados en la prensa regional de Navarra e incluso de Aragón. Por lo que, lamentablemente, no existe un compendio de todas sus obras, ni siquiera de toda su poesía y, menos aún, de las obras de teatro, escritas tanto en prosa como en verso, y que tanto éxito popular obtuvieron las representaciones de su época. Obras que, en buena medida, estaban dedicados a temas o asuntos relacionados con Fitero, sus costumbres y sus gentes.
En Octubre de 1965, el Ayuntamiento de Tudela honró su memoria dedicándole una calle y, en 1971, el de Fitero también hizo lo propio. Por lo que ahora sería loable que, en esta última, se despejara el lugar que ocupa la placa dedicada a este prolífico escritor ya que las dos señales de tráfico que hay junto a ella casi impiden su lectura. Del mismo modo que, pensando en la conveniencia de ir embelleciendo las calles para que la Villa tenga más encanto y un mayor atractivo para los turistas que la visiten, sería bueno ir haciendo canalizaciones subterráneas por las que derivar los antiestéticos tendidos de cable aéreo que recorren las fachadas de las casas y cruzan las calles de la Villa. Es algo que habría que considerar cuando se vuelvan a reparar sus calzadas, claro.