La iglesia del antiguo Monasterio cisterciense de Fitero fue declarada Monumento Nacional en 1931 y calificada como Bien de Interés Cultural tras la aprobación de la Ley de Patrimonio Histórico Español (1985), así como por la Ley de Patrimonio Cultural de Navarra (2005). Lo que justifica que se vengan realizando diversas intervenciones para asegurar su conservación, como la que ahora hay en marcha en el Claustro. Sin embargo, ninguna de ellas ha considerado la posibilidad de restaurar su fachada principal y, de paso, cumplir con el espíritu y la letra de la Ley de Símbolos (2003). Bien es verdad que en ella se especifica que “En el plazo de un año desde la entrada en vigor de esta Ley Foral, las autoridades en ella referidas procederán a la retirada y sustitución de la simbología propia del régimen franquista. Aquellos símbolos que estén integrados en edificios declarados de carácter histórico-artístico serán sustituidos y enviados para su custodia a la Institución Príncipe de Viana, salvo que resulte materialmente imposible la operación de sustitución”. Por lo que no parece que la trágicamente absurda solución adoptada en 2003, consistente en mantener el monumento funerario modificado parcialmente, esto es: tapando la parte que hacía referencia explícita a los “Caídos por Dios y por España” pero dejando visible la parte de la placa con el listado de los nombres de estas personas adosado a la fachada de la iglesia, a la vez que se cubría el escudo preconstitucional con uno correspondiente al del reino de España; sea la mejor que se podría adoptar para el futuro del antiguo Monasterio de Fitero, ni para que éste sea uno de los principales promotores del turismo de Navarra.
Seguramente, estas líneas debieran haber sido promovidas por el Consejo Navarro de Cultura o por el propio el Ayuntamiento de Fitero pero, dado el tiempo transcurrido, me he decidido a escribirlas para solicitar respetuosamente a quien corresponda que tenga a bien destinar una partida presupuestaria para que se restaure la fachada de la iglesia de Fitero. Se lo pido no sólo desde una perspectiva histórica y sin ningún afán revisionista y menos aún revanchista (entre las víctimas de la Guerra Civil Española que figuran en la lista, que aún está adosada a la fachada de la iglesia y que estaría mejor en el cementerio, se encuentra un tío-abuelo mío: Saturnino Yanguas Hernández, a quien siempre hemos recordado con mucho cariño en mi familia), sino también con visión de futuro. Pues ya es hora de que todos consideremos a este Monasterio como el monumento cultural que es, conservándolo y promocionándolo como merece. Por lo que también aprovecho para decirle que sería loable que pusiera en marcha un Plan Director que lograra que las inversiones públicas que se realizan en él acaben redundando en beneficio de todos.