A veces pensamos que las cosas que vemos o tenemos a nuestro alrededor, concretamente las que tienen un valor histórico, artístico o incluso sentimental, van a estar ahí para siempre, que son firmes como una roca, que forman parte del paisaje y que, poco a poco, también lo son de nuestros recuerdos. Pero si nadie se preocupa por ellas, un buen día nos despertaremos, decidiremos dar un paseo y acabaremos descubriendo que ese pasado, esa historia que nos legaron nuestros antepasados, ya no está y no lo podemos seguir disfrutando nunca más y, lo que es peor, tampoco lo harán nuestros descendientes.
Hasta no hace muchos meses se podían ver dos grandes ruedas de molino abandonadas en Ormiñén, al comienzo de la entrada del camino que conduce a la Fuente de la Salud. Las había visto ahí desde que guardo memoria pero ya no están. Tampoco sé de qué molino fiterano procedían ni de qué época eran pues tampoco nadie les había dedicado el tiempo e interés que seguramente merecían. Ahora, estas dos grandes ruedas de molino que hace muchos años que ya no giraban, estarán adornando el jardín de algún vecino, quizá ni siquiera de un vecino de Fitero pues probablemente se hallen en alguna localidad cercana o puede que incluso se hayan ido más lejos, perdiéndose su pista para siempre. Por lo que si algún día aparece en algún archivo la documentación que vuelva a traernos su recuerdo, función y lo que fue de ellas, ya será tarde para poder interpretar su historia, nuestra historia, como se podría haber hecho si hubiéramos sido algo más cuidadosos con estas dos ruedas de molino, en particular, y con todo el rico Patrimonio Histórico que aún posee la villa de Fitero. Aunque no sé por cuánto tiempo ni qué dirán las futuras generaciones que se decidan a interesarse por él y sacarle provecho, si es que aún les queda algo y en qué estado lo encuentran.
En la fotografía aún se aprecia que las dos ruedas desaparecidas formaron parte de sendos molinos, de los denominados Molinos de Sangre, porque se movían por tracción animal, en lugar de hacerlo por medio de la energía hidráulica o eólica. De cada una de ellas debió tirar un mulo o un asno que, con los ojos tapados para que no se mareara mientras trabajaba, daba vueltas sin cesar, parando sólo para descansar o para comer y, a veces, ni eso. Esta clase de molinos es conocida desde la antigüedad aunque los de Fitero debieron ser de época medieval o incluso moderna. Pero sin tener más información no se puede concretar pues este tipo de máquinas estuvo en funcionamiento hasta que se empezó a utilizar la energía eléctrica, a finales del siglo XIX.
Los Molinos de Sangre se usaron en trujales o molino de aceite y también para producir harina de semillas, principalmente de trigo, en el correspondiente molino harinero, cambiando la configuración de la maquinaria del molino según el propósito al que estuvieran destinados. Por lo que tampoco podemos saber si las dos ruedas desaparecidas en Fitero procedían del antiguo trujal en el que reconvirtieron los cistercienses los restos del primer monasterio que construyeron en Fitero y que aún pueden verse en el Barrio Bajo, o de algún otro trujal o molino harinero que también hubo en la Villa, tanto dependiente del antiguo monasterio como de los vecinos de Fitero.