El territorio que, entre 1168 y 1835, correspondió al coto redondo o término del antiguo monasterio cisterciense de Fitero, daba comienzo y ponía fin a su amojonamiento en la gravaleña cima de La Torrecilla, que hoy sirve de mojón entre las localidades riojanas de Grávalos y Cervera del Río Alhama.
El siguiente hito fiterano era el Espinaz de Can, llamado así porque la forma de las puntiagudas rocas que hay en la cima de su monte hacían que éste pareciera un can o perro dormido cuyo espinazo o columna vertebral lo marcaran dichas rocas, como aún puede observarse, especialmente si se hace desde el barranco en el que nace la alfareña Fuente de los Cantares. Aunque el topónimo ya no se conserva como Espinaz de Can, se sigue denominando como Peñas del Can en la toponimia correspondiente al término municipal de Cervera del Río Alhama, en un lugar que esta muy cerca del que ahora es también su límite nororiental con Grávalos, que discurre paralelo al barranco y arroyo de Valdeladrones así como a la carretera local LR-385, y también cerca del fronterizo monte de La Torrecilla y que, como la cima de éste, en las estribaciones suroccidentales del monte Yerga, hace que la suya también sea una cumbre fácilmente reconocible desde la distancia. A partir de aquí, el amojonamiento cisterciense giraba en dirección sureste y se dirigía hasta el desagüe de los baños de Tudején (despoblado de Fitero), que ahora forman parte del balneario Virrey Palafox, de Baños de Fitero, en el fronterizo barranco de la Cañueca o del Agua Caliente por el que desemboca en la margen izquierda del río Alhama.
Las vistas existentes desde el curioso Espinaz de Can hacen que valga la pena subir a la cima de las Peñas del Can, pues desde ella se divisa tanto un paisaje parecido al que se veía desde La Torrecilla, aunque, debido a su posición, se amplia la vista hacia oriente, tanto hacia el alfareño barranco de la Fuente de los Cantares, en el que se encuentran la Venta del Pillo así como el lugar en el que estuvo la primera sede del monasterio de Fitero: Niencebas (despoblado de Alfaro) y las ruinas romanas y prerromanas de sus alrededores, como hacia Baños de Fitero y el propio valle del Alhama.
El siguiente hito fiterano era el Espinaz de Can, llamado así porque la forma de las puntiagudas rocas que hay en la cima de su monte hacían que éste pareciera un can o perro dormido cuyo espinazo o columna vertebral lo marcaran dichas rocas, como aún puede observarse, especialmente si se hace desde el barranco en el que nace la alfareña Fuente de los Cantares. Aunque el topónimo ya no se conserva como Espinaz de Can, se sigue denominando como Peñas del Can en la toponimia correspondiente al término municipal de Cervera del Río Alhama, en un lugar que esta muy cerca del que ahora es también su límite nororiental con Grávalos, que discurre paralelo al barranco y arroyo de Valdeladrones así como a la carretera local LR-385, y también cerca del fronterizo monte de La Torrecilla y que, como la cima de éste, en las estribaciones suroccidentales del monte Yerga, hace que la suya también sea una cumbre fácilmente reconocible desde la distancia. A partir de aquí, el amojonamiento cisterciense giraba en dirección sureste y se dirigía hasta el desagüe de los baños de Tudején (despoblado de Fitero), que ahora forman parte del balneario Virrey Palafox, de Baños de Fitero, en el fronterizo barranco de la Cañueca o del Agua Caliente por el que desemboca en la margen izquierda del río Alhama.
Las vistas existentes desde el curioso Espinaz de Can hacen que valga la pena subir a la cima de las Peñas del Can, pues desde ella se divisa tanto un paisaje parecido al que se veía desde La Torrecilla, aunque, debido a su posición, se amplia la vista hacia oriente, tanto hacia el alfareño barranco de la Fuente de los Cantares, en el que se encuentran la Venta del Pillo así como el lugar en el que estuvo la primera sede del monasterio de Fitero: Niencebas (despoblado de Alfaro) y las ruinas romanas y prerromanas de sus alrededores, como hacia Baños de Fitero y el propio valle del Alhama.