jueves, 30 de diciembre de 2010

La primera vez que un rey pasó las navidades en Fitero

Corría el mes de diciembre de 1128 y Alfonso Sánchez I, conocido también por el sobrenombre del Batallador, regresaba al corazón de los dominios de su reino de Aragón y Pamplona. Venía de inspeccionar las guarniciones más avanzadas de su frontera meridional, de tierras de Guadalajara, concretamente de Molina de Aragón. Había pasado en la Extremadura Soriana los últimos seis meses y desde dicha plaza aragonesa se dirigió de nuevo a su querida y recién repoblada Almazán, localidad a la que en vano intentaron renombrar como Plasencia, en su camino de regreso hacia el valle del Ebro.
La villa de Fitero aún tardaría varios siglos en formarse, pues la fundaron los cistercienses en 1482. Su antecesora se llamaba Tudején y se encontraba situada al oeste del monte en el que aún se conservan las ruinas de su famoso castillo, en la margen derecha del río Alhama y enfrente del balneario Gustavo Adolfo Bécquer, de la empresa Baños de Fitero. Estando en Tudején, Alfonso I expidió un documento el 17 de diciembre de 1128, quizá pocos días después de haber llegado a este castro desde el que se controlaba el estratégico paso que comunicaba la meseta del Duero con el valle del Ebro. Es muy probable que aprovechara su estancia para bañarse en las antiguas termas romanas que, hasta 1973, se conocieron como los Baños de Tudején y que ahora forman parte del balneario Virrey Juan de Palafox (fiterano a quien, por cierto, beatificarán el próximo 5 de junio, en El Burgo de Osma), también propiedad de Baños de Fitero. Estas termas eran muy famosas desde tiempo inmemorial y, por esas fechas, es cuando debió recogerse la noticia acerca del milagro acaecido en ellas por no respetar la festividad de Santiago, tal como consta en el Liber Sancti Iacobi, en el que también se incluye la que se considera como la primera guía turística de Europa y que describe el Camino de Santiago. La estancia real en los actuales términos de Fitero debió ser placentera y debió permitirle a Alfonso I y a su itinerante corte disfrutar de un merecido y reparador descanso ya que en Tudején permanecieron hasta bien entrado el mes de enero, como consta en otro documento datado en dicho mes y lugar.
Desgraciadamente, el testamento de este monarca, que había reconquistado el valle del Alhama en 1119, no fue respetado y así la disposición de que Tudején junto con Cervera del Río Alhama y Calahorra, tras su muerte, acaecida en septiembre de 1134, pasaran a la iglesia de Santiago de Compostela no fue cumplida. A cambio de ello, Fitero pasó entonces a manos de Castilla y en ella permaneció hasta 1374. Año siguiente al que el cardenal Guy de Boulogne prevaricó, dictando una sentencia a favor de la pertenencia del monasterio de Fitero y su castillo de Tudején al reino de Navarra, pero esta ya es otra historia…