El 10 de enero de 1893, Joaquín Aliaga, a la sazón, exfraile y entonces párroco de Fitero, remitió una instancia al Ministerio de Fomento solicitando que se declarasen como Monumento Nacional la iglesia y el claustro del desamortizado monasterio cisterciense de Fitero. Mientras esperaba la respuesta que nunca llegó, tuvo la desgracia de observar como, seis días después, se hundía irremediablemente la esquina suroeste y todo el techo de la panda oeste del claustro de Fitero. Lo que le llevó a insistir, por vía de urgencia, en julio de 1894 y como esta nueva solicitud tampoco dio ningún resultado, a pedir el apoyo de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, quejándose del inminente estado de ruina del ábside y del claustro. El nuevo intento del párroco volvió a naufragar en medio de este duelo de titanes pues, en esta ocasión, la Iglesia había topado con la Administración Pública y la respuesta que le llegó fue la de que le faltaba aportar el preceptivo informe de la Real Academia de San Fernando.
Tras diversas y dilatadas gestiones, finalmente, el 3 de junio de 1931 el monasterio de Fitero fue incluido en la larga lista de edificios que el Gobierno Provisional de la II República de España fueron declarados como Monumentos Nacionales. Recalificándose como Bien de Interés Cultural, tras la aprobación de la ley de Patrimonio Histórico Español, de 1985. Aún así, las sucesivas gestiones que se habían venido realizando para que se restaurara el hundido claustro, siguieron siendo infructuosas hasta que la restauración del claustro de Fitero fue incluida como uno de los proyectos del Plan Navarra 2012.
Afortunadamente, ya se ha intervenido en una de las 4 pandas o crujías del claustro, la oriental, en la que se encuentra la monumental sala capitular, verdadera joya del románico allá donde las haya. Y esperamos que, para cuando finalice el citado plan, se haya intervenido también en las otras tres y podamos decir que, tras 120 años de espera y gracias al Gobierno de Navarra, por fin se ha reconstruido el claustro de Fitero que nunca debió haberse dejado hundir.